Paquillo-Rober, pareja en marcha
El atleta granadino elige como entrenador al polaco Korzeniowski, cuatro veces campeón olímpico, para tratar de "ocupar su hueco"
Para Paquillo Fernández, Robert Korzeniowski siempre ha sido Rober. Rober por aquí, Rober por allá. En la escala mental y moral de Paquillo, Korzeniowski, el polaco cuatro veces campeón olímpico, el hombre que condujo la marcha en el cambio de siglo hasta la más alta consideración atlética, ha recorrido todas las etapas. Ha sido mito, ídolo, inspiración, referencia, amigo, colega, consejero... Le telefoneaba, se carteaba con él, intercambiaba e-mails, compartía mánager, el portugués Agostinho... A partir de este invierno también le llamará entrenador. A distancia. Desde Cracovia, donde el incansable e hiperactivo Rober ha establecido su base de operaciones, donde trabaja también como director de deportes de la televisión polaca, desde donde entrena al ruso Harkov y a los jóvenes polacos del futuro. Una decisión insólita, tajante, sin vuelta de hoja del subcampeón olímpico español, que buscará en Helsinki en 2005 y en Pekín en 2008 el oro mundial y el oro olímpico que aún le faltan.
"Me dicen en la federación que es una decisión inusitada", cuenta Paquillo por teléfono desde su Guadix; "me dicen que soy el primer gran atleta español que elige un entrenador extranjero, radicado lejos de España. Pero yo les digo que me merezco un poco de flexibilidad, que también fue inusitada la forma en que tuve que prepararme para los Juegos de Atenas". En mayo se murió Manuel Alcalde, el entrenador de toda la vida de Paquillo, quien terminó de dar los ajustes finales a su preparación olímpica solo, siguiendo las anotaciones, las previsiones, la programación que había dejado escrita Alcalde. "Pero eso ya no me vale", sigue Paquillo; "necesito evolucionar, algo más. Tengo que seguir mejorando". Después de las emociones, del sentimiento, de las lágrimas en la dedicatoria olímpica a su técnico y amigo fallecido, llegó la hora de pensar en el futuro.
Ya antes de los Juegos de Atenas, Paquillo había tomado una decisión de la que informó preceptivamente a la federación. Pero para evitar posibles polémicas y perturbaciones preolímpicas decidieron ambas partes retrasar el anuncio hasta el otoño. Paquillo ya ha viajado varias veces a Cracovia, ya ha discutido con Korzeniowski, políglota, perfeccionista, puntilloso, obsesionado por el orden y la planificación. "Ya me tiene planificada la preparación hasta Helsinki", dice, admirado, Paquillo; "lo tiene todo previsto. Los entrenamientos, las competiciones... Cuándo, por ejemplo, hay que volar a México para aclimatarse a la altura antes de competir. Todo, todo...".
Viéndole tan convencido, tan decidido, en la federación, simplemente, han intentado hacerle ver los problemas que podrían planteársele: el pluriempleo de Korzeniowski, la lejanía de Polonia, el choque cultural... "Le dijimos todo, le razonamos todo", cuenta Josep Marín, el gran marchador catalán de los años 80, actualmente director técnico de la federación; "pero Paquillo no nos dio alternativa. Era Korzeniowski o... Korzeniowski. Y, evidentemente, pensamos que era mejor una solución que convenciera plenamente al atleta, aunque la pudiéramos considerar no buena, que una solución para nosotros perfecta, pero que despertara dudas en él. En un marchador, y lo sé por experiencia, es fundamental el factor psicológico, el estar plenamente convencido de que lo que haces es lo mejor que puedes hacer".
"En efecto", continúa Paquillo, "hablamos mucho. Y yo les dije a la federación que Rober es así; que cuantas más cosas hace mejor le sale todo; que necesita estar siempre ocupado, preocupado; que también era organizador, técnico, pluriempleado cuando era atleta y, sin embargo, era invencible marchando".
Paquillo seguirá viviendo en Guadix, entrenándose en el altiplano, a 1.000 metros de altitud, pero viajará un par de veces al año a Cracovia. Y Korzeniowski también le visitará en la sierra granadina. Juntos deberán también aprender uno de otro. Buscar la simbiosis. Una necesidad porque, hasta ahora, pese a toda la amistad, toda la charla filosófica, todo el amor compartido por la marcha, uno y otro eran el día y la noche a la hora de afrontar la preparación. El polaco, arraigado a la escuela del Este, lo ha fiado siempre todo al lado científico, al entrenamiento y la competición con pulsómetro, a pruebas de todo tipo, mientras que el español ha sido el representante del lado intuitivo de la preparación, del entrenamiento por sensaciones. "Algo cederé yo en mi forma de pensar y algo cederá él, pero lo fundamental", dice Paquillo haciendo eco a Marín, "es que creo que ésta es la mejor solución. Con Rober, este año, prepararé los 20 kilómetros de Helsinki, pero después ya me pasaré a los 50. Me ha dicho que alguien tiene que ocupar su hueco en la historia".
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