_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Todos queremos más

El pasado domingo Batasuna presentó la propuesta política con la que ha intentado tenernos en vilo durante las últimas semanas. Al día siguiente, un periodista televisivo ironizaba con la fría respuesta que a esa iniciativa había dado un amplio espectro de partidos, desde Aralar hasta el Partido Socialista; amplio espectro porque, claro, más allá sólo quedaban los exabruptos del PP, con lo cual no puede decirse que la propuesta de las huestes de Otegi se haya saldado con gran éxito de crítica o de público. Pero el periodista en cuestión ironizaba, digo, porque interpretaba la justificada reserva de los demás al calor de la copla "todos queremos más", como si fuera incapaz de comprender las mínimas exigencias que interpone la abrumadora mayoría e interpretara tales exigencias como una insoportable rabieta de chiquillos.

¿Todos queremos más? Pues sí. Todos queremos más. Si los mínimos, cicateros avances que realizó Batasuna el domingo nos hubieran maravillado hace sólo unos años, ahora encuentran oídos llenos de cera. La propuesta resulta un indecoroso cóctel de metodología Ibarretxe, omisión de cualquier condena de la violencia e implícito proyecto de ayudar a ETA a salvar los trastos en una mesa de negociación inconcebible, porque a ETA no la ha elegido nadie para negociar absolutamente nada. La otra idea es una mesa poblada de "agentes políticos, sociales y sindicales", en la que, como siempre, se quieren incluir a toda clase de sindicatos, asociaciones y frentes vecinales, con tal de diluir el verdadero peso de sus adversarios políticos. Y ello con la garantía de que ETA, desde la otra mesa, se reserva evaluar la suerte del proceso. Es deseable que ni a los más pusilánimes les entren ganas de creerse todo esto porque estarían obrando con absoluta irresponsabilidad.

Somos muchos los que criticamos antes y ahora la condena a la muerte política que supuso la ilegalización de Batasuna; muchos los que comprendemos, en un análisis frío, que en política no existe el arrepentimiento público, y que incluso habrá que dejar una salida hipócrita, llena de recursos retóricos, a los que aún hoy se resisten a vomitar de asco ante la sangre derramada. Pero en una cosa Otegi se confundía de forma radical: en seguir vinculando conflicto político y conflicto armado. Que existe un conflicto político resulta evidente, cuando los vascos no somos capaces de ponernos de acuerdo sobre nuestro futuro. Sólo las mentes más obtusas de la derecha insisten en negar esa evidencia. Pero hace mucho tiempo que la vinculación entre conflicto político y conflicto armado está definitivamente rota. El conflicto político exige negociación valiente, sincera y democrática. El conflicto armado exige aplicación del Código Penal.

Porque ya es hora de que por debajo de tanta jeringonza política se deje de justificar el tiro en la nuca, la explosión del coche bomba, la cobarde carta amenazante, la miseria callejera de oír a cualquier imbécil frases como "sé dónde vives", "sé dónde estudia tu hijo". Ya es hora de dejar de jugar con la falta de criterio de niñatos de instituto que creen saberlo todo y cuyos instintos depredadores se alimentan con indignas alusiones a la patria vasca.

¿Batasuna ha movido ficha? Seguro. Pero llevemos la metáfora hasta al final. El parchís es un arma cargada de futuro. Batasuna se ha dignado poner una ficha en la casilla de salida. Batasuna cree que arriesga acomodando el disco en la casilla 1, que como se sabe, en parchís nadie puede comerla. Y mientras tanto los demás llevamos años avanzando sobre el tablero, los demás tenemos nuestras fichas en la casilla 45 o 52, y además estamos, absolutamente exhaustos de dar vueltas en este casillero infernal. Sacan por fin una ficha, la ponen sobre seguro y no comprenden que la bóveda celeste no se quiebre del clamor de los aplausos. Pues que vuelvan a agitar el cubilete.

Todos queremos más, concluía el periodista, riéndose de nosotros, como si estuviéramos obrando con una cicatería que merecería que nos partiera un rayo. ¿De verdad todos queremos más? Pues sí, amigo mío: todos queremos más y más y más y muuuuucho más.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
Suscríbete

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_