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Crítica:XXI FESTIVAL DE JAZZ DE MADRID
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Por lo bajo

Era la noche de los contrabajos. Claro está que, con Ron Carter de por medio, cualquier noche se convierte en "la noche de los contrabajos"; más todavía si, junto a la leyenda, se halla Miguel Ángel Chastang, contrabajista también él. Contaba el madrileño que, cuando se enteró de que iba a compartir escenario con su maestro, a poco le da un patatús. Quién sabe si tal circunstancia influyó en que su set no terminara en una de las tantas reuniones de estrellas improvisando con desgana sobre un repertorio de estándares; el tipo de jazz que deslumbra pero no alumbra.

Muy al contrario, en la interpretación del sexteto reunido a la mayor gloria del fallecido Elvin Jones, hubo fuego y hubo auténtica pasión, en mayor medida cuando quien tomaba la palabra era Eddie Henderson -35 años esperando a ser reconocido por la comunidad del jazz en virtud a sus muchos merecimientos- y Frank Lacy, raro espécimen de artista arrebatado a quien se le va el alma a cada uno de sus solos; algo menos cuando el elegido era Sonny Fortune, solista no demasiado inspirado al que cuadra el calificativo de pegapases acuñado por Joaquín Vidal en sus crónicas taurinas.

Larry Willis & Miguel Ángel Chastang Band. Ron Carter Four Sight

Larry Willis, piano; Miguel Ángel Chastang, contrabajo; Tony Moreno, batería; Sonny Fortune, saxo alto y flauta; Eddie Henderson, trompeta y fliscornio; Frank Lacy, trombón. Ron Carter, contrabajo; Stephen Scott, piano; Payton Crosslsy, batería; Steve Kroon, percusión. Centro Cultural de la Villa. Madrid, 16 de noviembre.

Fortune habló mucho y no dijo nada. Carter habló lo justo para presentar a los músicos. Lo había anunciado: "Lo que tengo que decir, lo digo a través del contrabajo". Carter entiende el jazz como un relato en el que un episodio lleva a otro, un tema al siguiente y todos juntos forman el argumento. Su método de lectura no incluye la parada para descansar: salió, junto a los componentes de su combo, y a la hora seguían los tres a lo suyo sin haberse detenido siquiera para refrescarse el gaznate. Un sentido de la proporción, de la justeza, que no se veía en el jazz desde el Modern Jazz Quartet.

La misma sensación de frescura, de que nada está atado y bien atado aún estándolo. El llamado jazz de cámara, pues de algún modo hay que llamar a este jazz de elegancia tan marcada. Enormidad musical envuelta en papel de celofán. Un somero leif motiv reúne a Miles Davis -Flamenco sketches- con Rodgers y Hart -My funny Valentine-. Además de todo eso, Carter demostró que es posible tocar jazz bajito.

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