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Columna
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Catolicismo militante

El proceso de secularización iniciado tras los edictos de Nantes (1598) no es uno, sino trino, pongamos. Quiere decirse que es muy variado según países y tradiciones. Es cosa distinta, sin salir de Francia, la idea de libertad religiosa de Nantes a la privatización de la fe en la Ilustración o la reacción anticlerical tras la Revolución. Son también diferentes las derivadas del pietismo en Alemania o las de la tolerancia del anglicanismo reformador en Inglaterra. Y así se podría seguir. Básicamente, podría hablarse de tres tradiciones: la idea de separación entre la esfera secular y la clerical en sentido lato, la que estima que aquélla surge a partir de la laicización de los propios valores cristianos, y, finalmente, la rancia que la tiene por una injusticia histórica. Aunque la primera es la más estandarizada, en España se han dado las tres. Sin embargo, en la práctica desde el XIX, han prevalecido más bien las dos últimas ("España, nación católica" desde Cádiz; Concordatos,...; y, de otro, el arraigado tradicionalismo). De ahí las reacciones que aquí se han dado a la realización práctica de la primera idea y más puramente liberal (aunque en 1978 nos acercáramos a ello).

Bien, éste es el escenario. Y en él ha entrado como elefante en cacharrería monseñor Fernando Sebastián. Un arzobispo con una trayectoria a considerar. Secretario general de la Conferencia Episcopal con el cardenal Tarancón (muy apreciado por éste), claretiano, doctorado en teología y pastoral, es desde 1993 vicepresidente de la Conferencia. Pero el pasado día 12, en la apertura del congreso del apostolado seglar, "salió del confesionario", por decirlo así. No entro en consideraciones sobre su componente doctrinal (autocrítico y conservador). Pero fue más allá, saltó el Rubicón de la doctrina para arengar a los suyos a la movilización en la línea del catolicismo militante de principios del siglo XX; aquél que abandonando la idea de fe como convicción personal y acción individual, llamó (y llama ahora) a intervenir en la cosa pública "por todos los procedimientos legítimos" (partidos, agrupaciones católicas, manifestaciones, concentraciones, intervención en las entidades de todo orden; es de suponer) frente a las medidas legislativas de este gobierno y en defensa de los postulados católicos. Sobrepasando cualquier idea secular, Sebastián llegó a cuestionar la democracia si no coexistía con unos "valores cristianos". Y, en el colmo de la ofuscación intelectual, habló de "martirio moderno", de "marginación social, cultural y hasta profesional" del católico hoy, y del desarrollo de "una mentalidad revanchista" entre los perdedores de la guerra civil.

Hasta en la Mesa debieron mostrar "desasosiego" durante la intervención. Sin embargo, al día siguiente, Abc lo llevó a portada. Hay síntomas claros de que importantes sectores de la jerarquía eclesiástica y grupos católicos (Comunión y Liberación, Legionarios de Cristo) han decidido pasar a la acción en política (ahí está Aceves). Se habla de pérdida de valores (aborto, divorcio, matrimonio gay...), pero sus dos grandes caballos de batalla son la enseñanza y la renegociación de la financiación eclesial en 2005. Éste es su "martirio". Mientras, se arrincona la ingente labor que lo mejor de ese apostolado seglar está realizando entre sectores desfavorecidos de este país.

Pero para utilizar el incensario, se necesita un monaguillo que encienda la pastilla y lleve el incienso. Para eso está Rajoy: España es un Estado aconfesional dijo, no laico. (Si usted mira el DRAE, verá que son sinónimos). Y esto significa, añadía, que debe haber clases de religión, y capellanes en prisiones, hospitales y en el Ejército. Y ¿añado? también, imanes, rabinos, pastores protestantes,... en fin, un disparate. Pero, como banderín de enganche, tiene su aquél.

Ante ello, el Gobierno socialista debiera contemplar y reconocer el proceso secularizador real seguido por España, diferente al de los países protestantes. No debiera permitir que circularan falsos rumores y debiera evitar frivolidades al respecto. Debiera señalar claramente un rumbo, anunciarlo, explicarlo y ser riguroso en su aplicación... y no ir tanteando el terreno.

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