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Crítica:MÚSICA POPULAR
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Belleza al Este

Ritmo de platillos y tambor. Una novedad en Kroke. Hasta que va surgiendo de la nada el típico sonido del trío -ahora cuarteto- de Cracovia -Kroke es el nombre en yidish, el idioma de los judíos centroeuropeos, de la histórica ciudad polaca-. A Grochot le da luego por golpear discretamente una sartén con la que crea el fondo propicio para un crescendo vibrante.

Sun (Sol) es el título de la pieza que abría los conciertos de Kroke en los estudios de Radio Cracovia hace un año y que ahora se han editado en el disco Quartet-Live at home. Le siguió Dance, que se inicia como danza cíngara y desvela una melodía de embrujo, y un generoso repaso al mejor material de Ten pieces to save the world (2003) o The sounds of the vanishing world (1999).

Kroke

Tomasz Kukurba (violín, viola, voz y flauta), Jerzy Bawol (acordeón), Tomasz Lato (contrabajo) y Tomasz Grochot (batería y percusión). Galileo Galilei. Madrid, 15 de noviembre.

Parece que las experiencias de los tres polacos, junto al rebelde e impredecible violinista británico Nigel Kennedy -el protegido más famoso de Yehudi Menuhin-, les han despertado ansias de introducir novedades en su música. Así que han decidido fichar a un percusionista que aporta una pulsación rítmica más rockera, aunque sin alterar en demasía el timbre característico de Kroke.

Las camisas blancas, pantalones y sombreros negros remiten a su procedencia: Kazimierz, antiguo barrio judío de Cracovia, que hasta el año 1939 fue uno de los centros de la vida cultural judía en Europa. Allá, en un local en el que tocaban casi a diario, los descubrió Spielberg mientras rodaba La lista de Schindler. Los tres acababan de renunciar a trabajos académicos más nutritivos y andaban con los bolsillos vacíos, pero con el ánimo dispuesto a cultivar su pasión compartida por las músicas improvisadas.

La parte del león se la lleva Kukurba, que nunca perdona su monólogo supuestamente cómico, a medio camino entre Bobby McFerrin y Mister Bean, preámbulo dispensable de Chilhood, una delicia de recovecos melódicos, armónicos y rítmicos. Su violín-viola brilla muy especialmente en piezas como Usual happiness, una de las joyas del repertorio de Kroke. El acordeón de Bawol marca las síncopas y actúa también a modo de armonio; el sobrio contrabajista, concentrado meticulosamente en la parte rítmica, es sobrino de Gregorz Lato, aquel delantero centro y máximo goleador de una gran selección polaca de fútbol en el Mundial de 1974. Lo importante es que la suma de los tres amigos supera la prestación individual que ofrece cada uno.

Las obras de Kroke son un lamento que se transforma a menudo en festiva y alegre música de baile con el fin de apagar el dolor de siglos. Inspiradas en las raíces de la música popular de Europa oriental, generalmente de creación propia, y tocadas con un extraordinario rigor técnico. En sus 12 años de existencia, Kroke se ha ido consolidando como una de las propuestas más valiosas del Viejo continente. Una experiencia para no perderse.

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