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SOMBRAS NADA MÁS | Juan F. López Aguilar, ministro de Justicia.

Sonrisa después de la tormenta

Juan Cruz

Acaso la reacción que tuvo esta semana al ver la que había armado (en su partido, y en Rodríguez Ibarra: éste le dijo que se metiera el indulto a Vera por donde le cupiese) anunciando en televisión que el Gobierno no veía con simpatía los delitos de malversación de fondos públicos identifica muy bien el carácter de Juan Fernando López Aguilar, ministro de Justicia, canario, de 43 años, catedrático de Derecho, músico y dibujante.

Los que lo conocen de cerca saben que es un hombre que discute hasta un límite y después sonríe. No está preparado para el rencor, ni para la indiferencia. Y es mucho más sensible de lo que resulta habitual en un hombre público. Así que cuando se produce a su alrededor un malentendido que le afecta, esa sonrisa con la que se dota ante las circunstancias desfavorables se cambia por una mueca de sincera estupefacción: "¿Cómo has podido pensar eso de mí?".

Tras su declaración televisiva, y después del exabrupto del presidente de Extremadura, debieron de cruzarse en el ministro todos los elementos de su carácter, y al final le afloró la sonrisa: él no se enfada con los amigos, y dejó ahí el asunto.

Es un hombre de paz, y de consenso. Fue quien se empeñó, desde la oposición, en lograr el pacto para la justicia que tanto se le afeó; la frecuencia de su trato con su oponente, el entonces ministro Michavila, llegó a suscitar los celos de la que era su novia y ahora es su mujer: "O sea que tú eres Michavila, con quien siempre está Juan Fernando cuando le llamo al móvil". De las tormentas sale como si volviera de un viaje, sonriendo; es su manera de ser. Es un viajero, cuenta los viajes en tiempo real, pues tiene una fabulosa memoria para los datos, los hechos y las cifras, y también tiene paciencia, a pesar de que habla como una ametralladora: es el espíritu del senderista que lleva dentro.

Como dicen en su tierra, tiene un buen déjame entrar. Es un músico apasionado, toca bien la guitarra y es un fan de los Beatles. Ha actuado como músico de rock en algunos de sus mítines de campaña; pero donde ha triunfado como profesional es en el dibujo. Su amigo, paisano y jefe cuando era ministro de Administraciones Públicas, Jerónimo Saavedra, recuerda que su asesor, dotado de una capacidad endiablada para el trabajo, despachaba con sus visitas mientras escuchaba las noticias en el canal Sky News y dibujaba a discreción caricaturas de personas que se le vinieran a la mente. Y dice Saavedra: "Y además se enteraba de lo que le decía la visita, digería las noticias y el dibujo le salía bien".

Empezó a dibujar profesionalmente cuando aún estudiaba COU en su ciudad, y siguió mientras estudiaba Derecho en la Universidad de Granada. Hijo de una familia modesta -su padre era funcionario del Cabildo grancanario-, pensó que podía ganarse un sueldo como caricaturista al menos los veranos, y se ofreció al director de entonces de La Provincia de Las Palmas, Francisco de la Iglesia. ¿Qué sabes hacer? Caricaturas. El director le encargó la de cualquiera que estuviera de actualidad, y él eligió la de Pinochet. Lo dibujó como un nazi, y eran tan de actualidad el hombre y el asunto que la caricatura apareció en primera página. Ahora dibuja hasta en los consejos de ministros...

Sorprende su memoria. Y su capacidad para estudiar. De las 21 asignaturas que cursó en Derecho pasó 16 con matrícula de honor, y el resto fueron sobresalientes. Cuando estuvo en Cartagena de Indias, hace unas semanas, se encontró con Gabriel García Márquez y con Carlos Fuentes: era capaz de recitarles párrafos de sus libros. Cuando era jovencito tomaba un alcohol rarísimo, Cointreau con piña, y eso no le ha endulzado el carácter: se enfada, pero no lo quedan resquicios. Acaso eso explica la sonrisa con la que siguió viviendo después de la reciente tormenta.

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