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Crítica:
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

La quinta bala

En 1977, tras la tozuda negativa del reo a presentar recurso, es fusilado Gary Gilmore, a quien la justicia de Utah ha condenado por doble asesinato. Es la primera pena de muerte que se aplica en Estados Unidos en una década. El caso se hace mundialmente famoso por diversos motivos. El primero de ellos es consecuencia de una paradoja macabra: el, llamémosle, suicidio inducido no es precisamente lo que buscan y exigen los partidarios de la pena de muerte. Otro motivo reside en que la ejecución de Gilmore es "el disparo de salida" para futuras ejecuciones que hasta ese momento se veían suspendidas por un recurso: ya nadie sería el primero en desatender un mínimo escrúpulo de conciencia. El tercer motivo, que iba a ratificar el libro de Mailer publicado en 1981, La canción del verdugo, era la fatalidad, la imposible redención de un determinado tipo humano, ya que Gilmore se veía a sí mismo como irredento porque era víctima desde niño de un sistema penitenciario implacable. Como suele suceder, en aquel tiempo hubo opiniones para todos los gustos y la televisión de Occidente se recreó hasta la saciedad en el modo en que Gilmore iba a ser ejecutado. Tras su muerte, Gilmore se convirtió por un tiempo en icono pop.

DISPARO AL CORAZÓN

Mikal Gilmore

Traducción de Antonio Padilla

Turner. Madrid, 2004

594 páginas. 24 euros

Hacia el final de este espléndido y extraño libro escrito por su hermano Mikal, se nos cuenta una historia terrible, pero muy significativa, entre las tantas pequeñas historias terribles que se originaron en el seno de la familia Gilmore y culminaron en la dudosa fama del segundo de sus hijos. Tras una década en la que huye de las sombras que suscitó la ejecución de Gary, el autor vuelve a Provo (Utah) donde su hermano pasó los últimos días en libertad junto a unos familiares, el mismo lugar donde asesinó y fue juzgado y ejecutado. Esos familiares conservan aún la ropa que Gary llevaba el día en que lo fusilaron. Mikal examina la camisa y ve cuatro pequeños agujeros a la altura del corazón, y un tanto alejado, como exigiendo singularidad, el quinto agujero. Es entonces cuando Mikal recuerda que, según las normas disciplinarias, de los cinco miembros del pelotón, uno de ellos debía llevar una bala de fogueo. De ese modo, si era asaltado por los remordimientos, el ejecutor se podía aferrar a la idea de que era precisamente su arma la que estaba sin cargar. Pero esa norma no se cumplió. Es esa quinta bala la que resume todo desaliento.

A lo largo de las páginas de

Disparo al corazón, Mikal Gilmore cuenta la historia de una familia muy desgraciada. Las causas de esa tragedia, aunque se razonen sin dificultad en las duras consecuencias de un mal matrimonio, parecen ancladas en el fondo de los tiempos. Y no es sólo la perturbación religiosa, la insatisfacción constante o la vaga idea de la expiación por la sangre, cuentan además los secretos terribles que se intuyen y cuya sombra es aún más poderosa que la verdad que podrían rebelar. Secretos que se vuelven fantasmas en el aire enrarecido que respira un día y otro la familia Gilmore. Mientras la América profunda pasa ante nuestra vista, desde la época de los colonos mormones hasta la rebeldía de los sesenta, las constantes trágicas laten indiferentes, tanto a la Historia como a cualquier intento de redención por parte de los protagonistas. El desasosiego acompaña al lector en todas las páginas porque la familia Gilmore no es una familia de monstruos, y nos identificamos con ellos en sus errores y en sus fracasos, reconocemos el dolor de sus malas decisiones en nuestro dolor, más menudo, por las nuestras. La escritura de Mikal Gilmore está llena de perdón y de estoicismo, pero aunque no tengamos ningún famoso asesino en nuestra vida, cuando se cierra el libro y se apaga la luz los fantasmas familiares de los Gilmore se han convertido en nuestros fantasmas, y rogamos porque nuestro pasado no nos condene también al desconsuelo de una quinta bala.

Gary Gilmore, en el tribunal de justicia de Provo, Utah, en diciembre de 1976.
Gary Gilmore, en el tribunal de justicia de Provo, Utah, en diciembre de 1976.AP

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