De pelotas
A ese futuro de camareros y limpiabotas, que pronosticó un sociólogo metido a diputado, para los campesinos valencianos y, muy en particular, para los campesinos valencianos censados en municipios turísticos, el pretendido riego agrario del golf, les ofrece ahora una alternativa profesional que, cuando menos, tiene un nombre de flagrante sumisión: caddie. En un principio, a cuantos trabajan la tierra, en condiciones muy duras, eso de rendir la azada y de olvidarse de escudriñar los cielos y las acequias, se les antojó una bendición, pero se les puso en los ojos toda la humedad de la nostalgia. Al Ovidi de la tía Tonica, no. Tú conoces cómo es de entero y desconfiado el Ovidi de la tía Tonica, y cómo se las gasta cuando se huele la estratagema: se pone tieso, cruza la mirada y no suelta prenda. Pues así se quedó, mientras contemplaba su huerto, horas y más horas, hasta que te dijo: Cómo se las gastas esos liantes políticos conservadores. Mucha fanfarria con lo del trasvase y, por fin, se les ve el plumero. El agua la quieren para los campos de golf, y detrás de los campos de golf no están los intereses de los modestos agricultores, sino los de especuladores y promotores, Y encima quieren hacerles una ley a medida, para beneficiarlos y beneficiarse. Qué falta de principios y de ética. Por supuesto, el Ovidi de la tía Tonica no venderá sus tierras y les dirá a sus vecinos que de caddie nada, que es preferible llevar la azada propia al hombro, que los palitroques de jugar al golf de jubilados ingleses y de panolis de por acá. ¿De modo que quieren regarles las pelotas con agua agraria? Aviados andan. Antes las nuestras. Nuestras naranjas, nuestros cultivos, nuestros sudores de los que tantos se han aprovechado. Panda de inútiles. Y mira lo que te digo, te andan con la monserga y el pretexto de que las naranjas de hoy son el golf de mañana, sobre un fondo de paisajes idílicos, de urbanizaciones y hoteles. Sé que el Ovidi y tú decoraréis tanta cursilancia, con un Bambi y algunos de esos enanos de escayola centroeuropeos. Pero aun así, a bocajarro, qué rostro.
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