Adaptaciones

El 250 aniversario del nacimiento de Martín y Soler se celebró en el Palau de la Música con una lectura dramatizada de la zarzuela La madrileña o el tutor burlado, que, a su vez, es la adaptación de una ópera bufa del compositor valenciano. Refiriéndose a la producción, el director de escena Vicente Genovés indicaba, en un comentario que acompañaba al libreto, que "se respetan las partes cantadas en su integridad y se recrean, en una versión libre de Josep Maria Gil, las partes habladas de la zarzuela, reduciendo su duración y adaptándolas a una estética contemporánea ambientada en un ensayo de la propia obra (...) Haciendo uso de este teatro dentro del teatro, podemos también aligerar las partes habladas que no han resistido bien el paso del tiempo". Resultaría ingenuo, ciertamente, escandalizarse de tales aligeraciones y cambios, cuando eran moneda corriente durante el siglo XVIII, pero es legítimo preguntarse si el uso que se ha hecho del "teatro dentro del teatro" o de la contextualización contemporánea contribuyen aquí a realzar la obra o si, por el contrario, la muestran, todavía con mayor crudeza, como lo que realmente es: un espectáculo teatralmente infumable y un argumento indigerible, cosas ambas que, por lo demás, se producían en aquella época con la misma frecuencia que en la nuestra las telenovelas. Y que nadie se rasgue las vestiduras: lo que la música tiene de bueno, ahí está. Precisamente porque lo tiene, son encomiables los esfuerzos para su difusión tales como esta representación del Palau, la edición de la partitura por parte del Institut Valencià de la Música y la Editorial Piles y, desde luego, el trabajo de investigación y puesta a punto llevado a cabo por Carles Magraner y su Capella de Ministrers. Pero, siendo fieles a la realidad, por más que mutilemos y disfracemos a La madrileña, el libreto se nos cae de las manos. Quizás, incluso, cuanto más lo disfracemos, peor se quede. Los recortes de las partes habladas se justifican mucho mejor: más de lo mismo y sin música hubiera resultado insoportable.

En cuanto a la partitura, nadie se sorprenderá a estas alturas comprobando que en el joven Martín y Soler se anuncian ya en el encanto melódico y el acierto para los números de conjunto que tanta fama le darían en Europa, aunque su consideración como "Mozart valenciano" tenga bastantes dosis de chauvinismo. En cualquier caso, las exigencias para los cantantes, en lo que respecta a la técnica y estilo vocal, sí que se aproximan a las que requiere el canto mozartiano. Destacaron en este aspecto las voces femeninas, así como la de José Antonio López. La dirección de Magraner al frente de la Capella de Ministrers hubiera requerido, acompañando al rigor, un punto más de gracia en el fraseo, especialmente en números de perfume tan popular como el de la Seguidilla del Acto II.