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Columna
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Testamento

Estuvo Jordi Pujol en Valencia para hablar de la transición. Vino invitado por la editorial Tres i Quatre y por la Fundació Ausiàs March. Habló en el Paraninfo de la Universitat de València. Un lugar regio decorado con terciopelo para recibir a quien fue President de la Generalitat de Catalunya, acompañado, a distancia, por su esposa Marta Ferrusola. No hay nada casual en Jordi Pujol. Rápidamente se percató de que aquel 29 de octubre su público era variopinto. Ni grandes empresarios ni venerables catedráticos. Mucho estudiante y otros espectadores en edad de serlo. Una apretada ovación lo acogió en la académica sala. Los cuadros con la efigie de los rectores sancionaron la atmósfera en una noche en que la lección magistral corría a cargo de un político varado.

La intervención de Pujol fue deliberadamente desordenada y paternal. Con Enric Morera, líder del Bloc Nacionalista Valencià, a su derecha, y el organizador del acto, Eliseu Climent, a su izquierda. Adquirió tintes de cariñosa reprimenda, aderezada con un mensaje nítido: "nosotros los catalanes hemos hecho cuanto hemos sabido, pero no entendemos qué ocurre por estas latitudes. Realmente vuestros asuntos tenéis que resolverlos vosotros mismos". Se dirigió a Morera para preguntarle si disponían de poder político y rebajó la inconveniencia, reconociendo que también ellos lo habían perdido en Catalunya. En otra secuencia, recomendó que es imprescindible contar con el respaldo de los empresarios y, sobre todo, conectar con las facetas más populares de la sociedad, refiriéndose a la música y a las Fallas.

Es cierto que Pujol no venía a los Premis Octubre cuando era President de Catalunya y se pasó varias legislaturas deliberando acerca de si CiU debía o no participar en el gobierno de España, cuando su apoyo parlamentario era decisivo para la estabilidad del Estado. Ésta es la gran diferencia con el PSC, que no ha dudado nunca en participar en el gobierno de Madrid, con o sin responsabilidad, en los resortes de poder de Catalunya. Pujol alabó el papel de la Monarquía y de los protagonistas de la transición política que, para él, comenzó entre 1953 y 1959, espoleada por la firma del Tratado de Roma, en 1957, para dar lugar al nacimiento de la actual Unión Europea. Se refirió a dos políticos valencianos: Fernando Abril Martorell y Emilio Attard. Del primero elogió su papel en la política española y lamentó sus posiciones demagógicas en cuestiones valencianas. Del segundo apenas llegó a comprender nada sin desmerecer su talla.

En la exposición descubrió su testamento sin titubear. Libertad, responsabilidad y compromiso en una misión que ya no admite más dilaciones ni más enfrentamientos. Mención específica a Joan Fuster, seguido a distancia por Vicent Ventura y el enigma contradictorio de Xavier Casp. Francesc de P. Burguera seguía los acontecimientos, sentado anónimamente junto al quicio de la puerta, con dos empresarios por testigos y el intenso bullicio, para finalizar con una inevitable petición de autógrafos. Entre los asistentes, la nómina de los clásicos. Quimeres de Sueca no faltó a la cita y Pere Mayor no compareció. En primera fila, algún advenedizo repantigado y ningún político de los que se creen que mandan, aunque tan sólo fuera para aprender. Una lección de oportunidad e intención.

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