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Columna
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Problema

Juan Cruz

Tengo un problema con la palabra problema. Es un arma arrojadiza, cuando tú la recibes se alivia el otro: ya su problema es tuyo. Un famoso empresario cultural habitualmente arruinado le respondió un día a un amigo suyo que le preguntaba cómo se las arreglaba para pagar cada semana: "Ah, yo pienso en alguien a quien pueda trasladarle la preocupación y desde entonces ya el problema es suyo".

La palabra problema va junto a la palabra preocupación; alguien preocupado tiene siempre la tentación de trasladarte lo que le pasa, augurándote además lo contrario: "No te quiero agobiar con mi preocupación, pero...". Por cierto, esa palabra, pero, es otra de las grandes amenazas de nuestro vocabulario. Es adversativa en toda su extensión, te pone en guardia, es decir, te pone en tu sitio: lo que te han dicho de bueno enseguida se va a deshacer como los granizos en virtud del poder mágico de la palabra pero, que es la gran goma de borrar de nuestra lengua; es también la ropa sucia que vuelve de los viajes...

El mundo se divide entre los que reciben los problemas ajenos como propios y aquellos que se descuelgan de sus problemas para que formen parte de tu equipaje. En el vocabulario común han perdido vigencia las palabras asunto, cuestión, tema, a favor de la majestad cenicienta de la palabra problema. Goebbels echaba mano a la pistola cuando escuchaba la palabra cultura; no sé dónde debe uno poner las manos cuando alguien te toca a la puerta con la palabra problema. Pero tengo una idea de lo que se puede hacer. Cuando la escuchemos, preguntemos enseguida: ¿me vas a dejar el problema o te lo llevas? El editor Javier Pradera aconsejaba a sus compañeros que arrojaran fuera de su despacho a los amigos que le vinieran con originales: "¿También tú?", debían gritarles.

En la vida cotidiana debemos tener una prevención parecida: cada vez que un amigo pronuncie la palabra problema, mirémosle el fondo del ojo para ver la identidad de sus intenciones, y después ayudémosle a conjugar cualquiera de los sinónimos, para que nos deje tranquilos. Ésa es la teoría, pero...

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