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Reportaje:

La otra liga de las estrellas

Siete años después de dejar el fútbol, el tenor jerezano Ismael Jordi llega al Villamarta protagonizando 'LaTraviata'

Llegó a jugar en Tercera División, su demarcación era la de defensa central y, aunque reconoce que era "un poco lento", asegura que iba bien de cabeza. Ismael Jordi (Jerez, 1973) cambió los campos de fútbol por las tablas de los teatros hace ya siete años, y lo cierto es que no le ha ido nada mal. De jugar con el Jerez Industrial en Regional Preferente ha pasado a derramar su portentosa voz por los principales escenarios de Europa y América dejando atrás una carrera futbolística en la que él mismo reconoce que lo tenía difícil y afrontar un camino en el que los críticos lo destacan como uno de los más prometedores jóvenes tenores del panorama actual.

Mañana mismo, sin ir más lejos, una de las revistas especializadas con más prestigio en nuestro país, Opera Actual, le concede el premio al cantante revelación del año, galardón que recogerá en una bodega jerezana, ante su gente.

Sus gestos, su forma de hablar, su porte, denotan felicidad y satisfacción por el trabajo que realiza y la trayectoria que está siguiendo. Lejos quedan aquellos cantos con los que deleitaba a sus compañeros futbolistas en los vestuarios del Xerez Deportivo o el Industrial, o aquella prueba para entrar en el coro del teatro Villamarta tras la que le animaron a presentarse a una audición de voces en Madrid.

"Yo sabía", relata, "que tenía facilidad para cantar, pero claro yo cantaba sevillanas, fandangos y notaba que tenía facilidad para cantar opera, aunque yo creía que lo que hacía era imitar". En la Escuela Reina Sofía de Madrid advirtieron en seguida que, más allá de los gorgoritos, Ismael tenía una voz lírica de naturaleza impostada y fue seleccionado entre 50 candidatos de todo el mundo para cursar en estas prestigiosas instalaciones sus estudios de canto. Reconoce que asistió a aquella prueba por conocer a Alfredo Kraus -"era mi ídolo"- y, finalmente, pasó más de cuatro años en la capital de España aprendiendo del desaparecido tenor y de otra de las voces de oro de la lírica española, Teresa Berganza.

Jordi reconoce que su trayectoria no es, precisamente, un ejemplo a seguir para los que aspiran a tener un nombre en el mundo del bel canto: "Yo no soy un buen ejemplo porque para estudiar canto hay que empezar cuando a uno le cambia la voz, sobre todo los hombres con voz de tenor". El tenor dice con orgullo que en ese periodo se formó profesionalmente y educó su voz con los mejores artistas de España, y guarda extraordinarios recuerdos, como el premio que le entregó personalmente SAR la Reina Doña Sofía por su labor en la escuela que lleva su nombre.

Hoy y el próximo domingo se subirá al escenario del principal coso cultural de su tierra para protagonizar, por vez primera, La Traviata, de Verdi, en el papel de Alfredo y acompañado de la soprano Cristina Gallardo-Domas. Después no tendrá tiempo para descansar, puesto que le esperan dos meses de trabajo en Estrasburgo y ya tiene contratos hasta 2009.

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Italia como referente de su carrera

Jordi ya sabe lo que es pasar meses y meses sin ver a su familia ni pisar su tierra. Tras la muerte de Alfredo Kraus, se trasladó a Italia y, actualmente, vive a caballo entre Jerez, Verona y Madrid. En la ciudad tiene como profesor a un reconocido experto de la lírica internacional, Angelo Capobianco. "Tenía que probar Italia porque creo que todo cantante tiene que pasar por allí, por el idioma, por respirar aquello", asegura.

A pesar de su meteórica carrera, el tenor jerezano tiene los pies en el suelo y dice que quiere ir poco a poco y seguir acumulando conocimientos antes de actuar en el país en el que reside la mayor parte del tiempo. "Prefiero cantar en Italia cuando tenga algo perfectamente estudiado e interpretado, no quiero ser uno más cuando me presente delante del público más exigente", comenta.

No obstante, ya ha debutado en Viena, en Berlín, en el teatro Real de Madrid, en el de la Maestranza de Sevilla y en su teatro Villamarta de Jerez, al que regresa este fin de semana.

Sobre la imagen de divos que tienen muchos tenores y sopranos, Ismael, un hombre sencillo y cercano, tiene las ideas bien definidas: "Divo no es ser un maleducado y mirar por encima del hombro a los demás, eso es ser un papafrita. Para mi divo es Alfredo Kraus, que era un grande en el escenario y fuera de él, que te daba la mano mirándote a los ojos. Y de Teresa Berganza, ni te cuento. Pero es lo mismo para cantantes que para toreros o futbolistas".

Ahora, cuando mira atrás, piensa en que podría haber tenido su sitio en el panorama futbolístico, pero reconoce disfrutar más con la ópera y con una sonrisa en los labios da las gracias a todos los que no le dieron una oportunidad ni confiaron en él "en el mundo del balón". Al fin y al cabo, Jordi está ahora también en una liga de las estrellas, aunque muy diferente a la que juegan los mejores equipos de fútbol del continente.

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