Tocando el cielo
Difícilmente podrá verse a la más brillante estrella senegalesa en otra igual. Un Youssou N'Dour sin la compañía de su Super Étoile, presentando un disco atípico -Egypt-, arropado por The Fathy Salama Orchestra -formación egipcia de 10 elementos- y vestido con chilaba color turquesa, gorro y babuchas.
El disco tiene historia. Youssou N'Dour lo grabó en secreto hace cinco años como un regalo a los suyos durante el Ramadán. Luego pensó que debería poder oírlo todo el mundo. Pero ocurrió la tragedia del 11-S y decidió aparcarlo con el fin de que no se interpretara como una respuesta extemporánea al atentado.
Aparentó una inmensa felicidad al cantar. Ya desde Mahdiyu laye, especie de plegaria a un enviado del profeta, desgranada con una sonrisa beatífica. Cantos rítmicos como Allah o Shukran Bamba confirmaron su alegría. Antes de homenajear a Cheikh Ibra Fall, fundador del movimiento Baye Fall, a cuyos seguidores se reconoce por las trenzas rastas, y en la que se desataron los tambores sabar, aseguró que esta música permite bailar y que la religión no tiene por qué ser triste.
Youssou N'Dour
Youssou N'Dour (voz), Abdoulaye Sissoko (kora), Adama Sissoko (balafón), Moustapha Sitapha Mbaye (percusión), Mohamadou Gueye, Ami Cole Dieng y Birame Dieng (coros), y Fathy Salama Orchestra. Centro Cultural de la Villa. Madrid, 2 de noviembre.
Youssou N'Dour conserva su maravillosa voz acerada para cantar a los guías espirituales que han perpetuado las cofradías del sufismo en su país. Proclama su mensaje de una religión de amor y tolerancia. Habló poco, pero quiso recordar que no sólo hay musulmanes en el mundo árabe y que ésa es la única religión que saluda con "Salam aleikum", o sea, "Paz para todos".
Panafricanismo
Y cantó a Oum Kalsoum, la mítica diva egipcia, a la que su padre solía escuchar por la onda corta y que a él, aún niño, le emocionaba profundamente. La música clásica de Egipto ha sido un paradigma para el mundo árabe y en muchos lugares de África. Hay un intento de panafricanismo en esta unión de músicos de Senegal y de Egipto: el occidente y el oriente del mismo continente.
Con esa mezcla, tan hermosa como persuasiva, de los difíciles cuartos de tono árabes y los intrincados ritmos senegaleses. Por un lado, violines, bajo, flauta, crótalos, derbuka o laúd -que dominan en la sinuosamente arábiga Tijaniyya-, bajo la dirección del arreglista Fathy Salama; por otro, la kora, el balafón o los tambores sabar, protagonistas en exclusiva de Tan bi y Birima. Se explayan todos juntos en canciones como Touva-Daru salaam, la ciudad sagrada de los murides en Senegal y lugar de peregrinación. El príncipe de Dakar realza con su verdad la imagen degradada del islam.
Babelia
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