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Columna
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Orden de alejamiento

José Luis Ferris

Por una cuestión de higiene, por esa necesidad cada vez más acuciante de adecentar el mundo, las órdenes de alejamiento deberían aplicarse con un rigor espartano y en menos de lo que dura esta columna. Todo arribista, déspota, tahúr, trepa e indolente debería, por ley, ser alejado de la política y de los puestos de mando; los embusteros compulsivos, de los telediarios y de la prensa escrita; los curas pecadores, de toda labor pastoral y de todos los niños de la tierra; los pirómanos, de los bosques; los desesperados, de las armas de fuego; los desalmados, de cualquier inocente; los rimadores domingueros, de la poesía verdadera; los ególatras, de sí mismos; los predicadores y los profetas, de las criaturas vulnerables; los especuladores, de la cultura; los banqueros y los agentes de seguros, de la letra pequeña; los vocingueros e imprudentes, de las mayúsculas; los torturadores, de sus propias manos; los racionalistas fanáticos, de los cuentos infantiles; los seductores sin escrúpulos, de las cartas de amor; los cuerpos de seguridad, de los cuerpos sin amparo; los explotadores, de los niños sin escuela; el Papa, de los viles consejeros; los idealistas, de un consejo de guerra; los cobardes, de puertas y madrigueras; los aviones homicidas, de los cielos ajenos...

Ahora mismo, la única orden de alejamiento contemplada por los jueces es la que se aplica a la figura del maltratador físico o psicológico, una medida diseñada para que el verdugo deje en paz a la víctima. Pero como la vida es ya un juego de agresores y agredidos, la norma debería extenderse a todos los órdenes. Los xenófobos, sin ir más lejos, tendrían que cumplir esa orden judicial de alejamiento. Así lo debió entender la azafata de un vuelo transoceánico cuando una de las pasajeras, al ver que a su lado viajaba un senegalés, protestó indignada y exigió que la cambiaran de asiento. No había plazas libres, pero al rato regresó la eficiente auxiliar y, dirigiéndose al muchacho de color, le comunicó muy amable: "Acompáñeme, señor, hay un asiento en la zona vip para usted, estará mejor atendido". Creo que, como ejemplo, nos vale.

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