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Columna
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Dios con George

Por sus lecturas les conocerás. Durante el verano pasado uno de los libros más vendidos en Estados Unidos, luego desbancado por Inepto para mandar -ataque en toda regla a John Kerry-, fue Las profecías americanas, del reverendo Michael D. Evans. No lo he leído, pero a juzgar por un comentario al respecto de John Sutherland en el Guardian Weekly, así como por la entrevista que se hace a sí mismo en Internet el propio Evans, apela a los miedos más profundos del fundamentalismo protestante norteamericano.

Las profecías aludidas en el título del libro figuran en el Antiguo Testamento y, según Evans, tienen mucho que decir acerca de Estados Unidos, hoy y antes. Revelan, por ejemplo, ¡bien interpretadas!, que Dios está muy contento con el arrepentido y renacido George W. Bush, que recibe un sobresaliente por su política proisraelí.

Gran parte del libro, según Sutherland, consiste en un pormenorizado análisis de las páginas de la Biblia sobre las cuales han elegido posar la mano los presidentes de EEUU en el solemne momento de jurar su cargo. Resulta que el favorecido por las urnas tiene el derecho a seleccionar la que para tal magna ocasión le parezca más apropiada. ¿Y por cuál optó Bill Clinton? La de Gálatas 6 donde se lee: "Quien sembrare en su carne, de la carne cosechará corrupción". Para el predicador Evans -y vuelve al asunto en la entrevista aludida- lo peor de Clinton no fueron, con todo, sus pecados sexuales sino el traicionar la sagrada misión que le había conferido Dios. Misión acerca de la cual, cuando todavía era gobernador de Arkansas, le dirigiera unas palabras muy serias su entonces pastor, un tal Vaught: "Podrás ser presidente un día. Cometerás errores y Dios te perdonará. Pero Dios no te perdonará nunca si le vuelves la espalda a Israel".

Para Evans y los que piensan como él -y son legión- Estados Unidos se equivocó drásticamente bajo sus presidentes anteriores, sobre todo Carter, Bush padre y Clinton, al tratar de llegar a un entendimiento con los árabes, al procurar apaciguarlos. Hoy, con el inquebrantable apoyo de George W. Bush a Israel, la política norteamericana, inspirada por la Biblia, ha vuelto a merecer la aprobación divina. Dios, el Dios del Antiguo Testamento, está con los republicanos. Y, como corolario, contra los demócratas. ¿Y su Hijo? Sobre Cristo no se ha insistido en la campaña del tejano. Y se comprende: Jesús tiene el considerable inconveniente de no ser, como su progenitor, señor de la guerra y del ojo por el ojo, y de haber recomendado, en vez de la espada, el pacífico recurso a la otra mejilla. Mejor descartar, por lo menos de momento, al incómodo Salvador.

Gore Vidal acaba de insistir una vez más en que las masas norteamericanas no saben absolutamente nada de historia, de política o de geografía, con lo cual son fácilmente manejables por los medios de comunicación, controlados, en su gran mayoría, por los republicanos y muy sesgados a favor del actual presidente. Si mañana le dan la victoria a Bush el mundo va a ser aun más peligroso para todos. Que su Dios no lo quiera.

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