Una programación sin insultos ni difamación
La televisión francesa actual tiene poco que ver con la de la época de De Gaulle, que tenía como objetivos adoctrinar y culturizar a la ciudadanía. Desde la irrupción de las privadas, la imbecilidad ya no se camufla detrás de la cultura. Ahora se exhibe en programas de patéticos aspirantes a estrella de la canción -la privada TF1 tiene su Star Academy entre siete y ocho de la tarde-. El presidente del canal, Patrick Le Lay, declaró hace menos de un mes, con un cinismo que le honra, que su misión es "vender tiempo de cerebro disponible a los anunciantes". Los tres canales públicos (France2, France3 y Arte) no tienen programas de telebasura propiamente dicha. La otra privada (M6) es un canal popular y joven, con concesiones a la telerrealidad. Sometida a las exigencias del Consejo Superior del Audiovisual, la programación respeta los horarios, no da cabida al insulto o la difamación, procura evitar difundir falsedades, no traspasa las cuotas publicitarias y se atiene a sus obligaciones de producción propia.
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