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LA INMIGRACIÓN POR DISTRITOS | Salamanca

La llegada de nuevas compañías

Dicen que se llevan bien. Pasan 24 horas al día juntas y, aun así, aseguran que no discuten. "Es que Laura es muy buena, he tenido mucha suerte", explica Eugenia Espinola, una inmigrante iberoamericana, de Paraguay, que desde hace un año trabaja cuidando de Laura, una mujer de 80 años que reside en el distrito de Salamanca. "Estamos muy a gusto, no nos chinchamos", añade la anciana.

Las dos pasean por la calle de Goya agarradas del brazo. Laura va arreglada, muy coqueta, con los labios pintados de rosa, y Eugenia lleva el periódico en la mano. Las dos forman una imagen habitual en este distrito: la de mujeres inmigrantes que acompañan a personas mayores de clase media y alta. Viven con ellas y les hacen compañía. Si hace buen día, se les puede ver subiendo y bajando las selectas calles del barrio. Si hace malo, entran en las tiendas o meriendan en las cafeterías.

"Estamos siempre juntas", explica esta pareja. Eugenia no deja a la anciana ni a sol ni a sombra: "Va a gimnasia a un centro de día y también la acompaño". Laura, que está viuda y tiene dos hijos, asiente: "Yo estoy muy bien con ella. Lo que me decidió a contratarla fue verla y conocerla. Me di cuenta de que era buena persona".

Eugenia gana 600 euros al mes por cuidar de Laura, un trabajo que consiguió a través de una agencia de empleo. Llegó a España completamente sola hace un año y todo el dinero que ingresa lo manda a sus dos hijos, que residen en Paraguay. "Por supuesto que quiero regresar, pero ahora mismo no tengo dinero ni para el billete de avión", explica esta mujer, que ya tiene nietos.

Eugenia asegura que no le ha costado demasiado adaptarse a la vida española. "Laura me ayuda mucho, no es una persona delicada, ni siquiera con las comidas", explica esta inmigrante. Y las dos insisten en que no discuten. "Ni siquiera por la televisión, la señora la apaga pronto y a mí me gusta irme a mi cuarto a leer", concluye Eugenia.

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