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Columna
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Querida/o votante USA

Esta semana, rematada con Bin Laden enviando recado amenazador ante las urnas globalizadas, la política internacional ha servido de excusa al profesor de inglés para estimularnos a ensanchar nuestros horizontes léxicos con un ramillete de palabros tipo taberna portuaria. Así, tradujimos algo de The Guardian, y su interesante iniciativa previa al 2-N: el diario inglés pidió a sus fieles que enviasen una carta razonada a un /una votante USA solicitándole el sufragio para una candidatura concreta. El periódico proporcionaba a cada participante nombre y dirección en EE UU, elegidos al azar. Luego seleccionó entre miles y publicó algunos mensajes y respuestas. Con la magnífica misiva del corresponsal VIP John Le Carré, aprendimos en la lengua de Virginia Woolf términos como "locuras" (follies, tan francés), "temeraria" (reckless), "desprecio" (contempto) "pesadillas" (nightmares). Y gracias a algunas de las airadas y "patrióticas" reacciones, nuestro vocabulario se ha enriquecido considerablemente. Ahora ya sabemos cómo se dice "agujero en el culo" (assholes), "me importa un bledo" (don't give two shits), "mariquitas" (pansies), "mierdosa" (crappy) o "gilipollas" (dipshit). No todas las contestaciones tras la "injerencia" británica fueron tan groseras. También hemos anotamos que en California se puede estar triste (saddened) ante la pérdida de vidas inocentes, y en Iowa sentir vergüenza (Shame) por la política internacional de Bush. Un profesor de Oxford escribía que los americanos decentes son mucho más inteligentes, educados, civilizados, cultivados y compasivos que en cualquier otro país occidental. Y les pedía por favor que muestren su musculatura electoral y que voten contra la barbarie también de parte de quienes no podemos hacerlo, pero tan concernidos nos sentimos. Lástima que no haya tiempo. Me quedaré con las ganas de saber cómo habría sido la carta dirigida a una indecisa de Ohio y redactada, en esta pata del trípode de las Azores, por alguna ex abstencionista de Morella o Leganés que el 14 M decidiera votar contra Aznar. El margen es estrecho. Y, marrullerías aparte, un puñado de sufragios dubitativos podría decidir el futuro del Imperio y sus colonias. Crucemos los dedos con esperanza: aquí ya ocurrió.

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