Carlos Álvarez presenta al ambicioso e insaciable Macbeth en el Teatro Real
El barítono debuta en Madrid con el personaje de Verdi que le hace triunfar en el mundo
Ha descubierto oscuridades propias que no conocía. Pero no ha llegado a asustarse, porque Carlos Álvarez, el barítono español de mayor proyección mundial, auténtico experto en el repertorio verdiano, le ha sacado más luces que sombras al ambicioso e insaciable Macbeth que presenta a partir del 2 de noviembre en el Teatro Real. Es un personaje que le ha hecho triunfar ya fuera de España y para el que Álvarez llega acompañado de Paoletta Marrocu, Aquiles Machado y Carlo Colombara en el reparto del montaje dirigido por Gerardo Vera y Jesús López Cobos en el foso.
Hay un Macbeth reconocible en cada esquina de nuestra vida cotidiana. Nos rodean desde la televisión, nos acechan en los trabajos, los vecindarios, dentro de nosotros mismos. Y una Lady Macbeth también. "¿Quién no se ha sentido alguna vez mala con alguien?", decía ayer Paoletta Marrocu, junto a Colombara y Álvarez, miembros del reparto de lujo, y los rusos Vassily Gerello y Tatiana Serjan, del segundo elenco, en la presentación de la ópera de Verdi, basada en la obra del inmortal Shakespeare, que se representará entre el 2 y el 21 de noviembre en el Real.
Una historia de abismos, ambición, poder y muerte; oscura, implacable, que coloca al público entre la desolación y la piedad por unos personajes tan perversos que no pueden encontrar más salida que la muerte o la soledad. Macbeth y Lady Macbeth en el centro de la barbaridad, en el agujero de la miseria humana, advertidos por las brujas: "Es un personaje poliédrico, cada montaje me ha ido enseñando a darle varios enfoques, creo que es tan denso que una sola representación no da una idea total sobre cómo es", afirma Carlos Álvarez, que está fascinado con esta ópera de Verdi escalofriante, injustamente relegada a la segunda división de su repertorio durante mucho tiempo y que últimamente está adquiriendo su verdadera y justa dimensión.
Antes de debutar en Rigoletto, Álvarez afirmaba que tenía que haber sido padre para comprenderlo mejor. Para Macbeth ha necesitado acercarse al lado oscuro. "He descubierto cosas dentro de mí con este personaje...", deja caer. Y dice que no se ha fijado en nadie de hoy con una ambición tan desmesurada de poder. Ni en Bush. "Es que ojalá ese hombre fuera ambicioso, pero realmente no sé qué le mueve. Creo que ésta es una ópera que habla sobre todos aquellos que inducen a hacer el mal", asegura.
Y eso va también por Lady Macbeth. "¿Quién no ha sido mezquino en esta vida? Todos hemos cometido nuestros pequeños crímenes con los vecinos", afirma Marrocu. "La ambición lleva al asesinato y eso es algo propio de los poderosos. Pero yo creo en el hombre y también en la función del teatro como espejo para reflejar el mal que no debemos hacer". Ella no se siente molesta porque la llamen para el papel cuyo perfil Verdi dibujó claramente al decir que debe ser fea, mala, con una voz diabólica y no angelical. "El discurso de la fealdad en Verdi no debe confundirse con la voz. Él ensalza la palabra dramática. Para hacer sus óperas hay que conocer los textos como un actor de teatro, debe sonar a verdad, es la auténtica ópera moderna", asegura.
Ese viaje lo va haciendo Álvarez paso a paso, volcado en el repertorio del gran genio italiano. Ya ha fascinado con el Posa de Don Carlo, con Rigoletto, ahora con Macbeth y el año que viene estrena Un ballo in maschera en el Metropolitan de Nueva York, y va pensando en Simon Boccanegra y Andrea Chénier. "No quiero afrontar riesgos que no puedo asumir, pero intento llegar al límite sin sobrepasar lo que es mi personalidad vocal", asegura el barítono malagueño. Tiene fechas cerradas hasta 2009, pero eso no le crea estrés, al contrario. "Me da mucha tranquilidad saber que tengo trabajo hasta entonces y más, con posibilidad de elegir. Lo trágico y lo agotador es estar en casa esperando que alguien te llame".
Un búnker para la eterna opresión
La opresión, la cerrazón, la claustrofobia oscura del mal se encierran en un búnker en este Macbeth que dirigen Gerardo Vera, en escena, y Jesús López Cobos al frente de la orquesta titular del Teatro Real. El drama del rey de Escocia le sugiere hoy a Vera una estética tenebrosa, negra, pero marcial y marcada por la sangre y las heridas, inspirada en la Primera Guerra Mundial. Las brujas juegan un papel muy importante, como se lo dan Shakespeare y Verdi también.
"Esas brujas te explican todas las guerras, sobreviven a la rapiña, al contrabando, a la muerte", asegura Vera. "Son tan protagonistas como la pareja principal y Verdi asume un verdadero riesgo cuando les da ese realce", explica López Cobos.
Tanto Vera como López Cobos debutan en esta ópera. "Es el último gran Verdi que me apetecía dirigir, una de esas obras especiales que debes hacer cuando se te presenta la ocasión", asegura el músico. La ópera les ilusiona y les fascina a ambos tanto como les provoca escalofríos. Vera ha elegido la abstracción en vez de la concreción para ahondar en personajes que están fuera del tiempo, en un espacio de fábricas destruidas y escombro moral como deja en claro la conclusión a la que llega Macbeth cuando se entera de la muerte de su esposa: "La vida, qué importa. Es sólo el relato de un idiota". "Lo que mata Macbeth es el alma y el sueño y quien no puede soñar no puede vivir tampoco", afirma Vera. Para plasmar ese misterio y ese nihilismo, el director de escena, escenógrafo y diseñador de vestuario, curtido hombre de teatro, confiesa: "Es el montaje que más trabajo me ha costado en mi carrera".
Babelia
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