Santana Lopes, 100 días en el escenario
El primer ministro portugués es criticado en sus tres primeros meses por su falta de preparación y su obsesión con los medios
"Ha sido tal la cadencia de tonterías, tan grande la amplitud de los embrollos creados y el desgaste ya acumulado, que estos tres meses de gobierno Santana Lopes
[primer ministro portugués] casi parecen tres años. (...) El primer ministro parece cargar sobre los hombros un peso a que no se acomoda y un ritmo de trabajo y exigencia para el cual no tiene vocación ni preparación". Este texto fue publicado el 16 de octubre en el semanario Expresso. Pero la misma idea y casi las mismas palabras llenan las columnas y los editoriales de toda la prensa lusa. Tras 100 días de gobierno, Pedro Santana Lopes, el sucesor de José Manuel Durão Barroso, logró una hazaña poco común: unió a medios de comunicación más y menos conservadores, a comentaristas de derecha y de izquierda, a sindicatos y patronales. Todos están juntos contra el primer ministro.
¿Cuál es el problema? "La falta de estrategia y una aparente ingenuidad , que fue incapaz de prever que sería muy vigilado por los medios de comunicación debido a la forma como llegó al poder -por nombramiento presidencial, sin sujetarse a votos-; a su carrera política y a su perfil extremadamente voluntarista, poco cauteloso en la gestión de los silencios que le lleva a defenderse en la plaza pública de cualquier ataque y a presentar ideas y medidas sin estar preparado, como si nacieran de la nada", afirma el politólogo Pedro Magalhães. Y si este perfil puede resultar en "funciones gubernativas muy secundarias", es difícil de mantener cuando se trata del cargo de primer ministro, "que tiene mucha visibilidad y exige permanente atención, la gestión y el estudio a diario de materias de alta complejidad", añade.
En los últimos 100 días, en una aparente "incapacidad de resistir a un micrófono" y una necesidad de "anunciar una medida por día", como escribió el diario Público en un editorial, Santana Lopes anunció medidas que sus ministros acabaron por desmentir. El caso más flagrante ocurrió con el ministro de Hacienda, que explicó a través de las televisiones que la situación económica del país no permitía bajar impuestos o subir salarios, congelados en los últimos años debido a los problemas presupuestarios portugueses. Dos semanas más tarde, el primer ministro anunció justo lo contrario para 2005, condicionado por la cercanía de las elecciones municipales del próximo año y de las legislativas a principios de 2006. La asesoría de prensa del Gobierno ya tuvo que emitir un comunicado aclarando que el primer ministro no tiene opiniones distintas de sus ministros.
El día 17 de julio, cuando tomó posesión, Pedro Santana Lopes tuvo dificultades para leer su discurso de investidura. Mezcló los papeles, se atragantó, se saltó párrafos y perdió diversas veces el hilo. Para los analistas fue la primera señal de que el cargo de primer ministro era demasiado para este hombre, que construyó su carrera en los medios de comunicación y a través de una enorme exposición pública de su vida profesional y privada.
Había sido secretario de Estado de Cultura de Aníbal Cavaco Silva, alcalde de Figueira da Foz (a unos 200 kilómetros al norte de Lisboa) y de la capital lusa, presidente del Sporting de Lisboa, comentarista político y deportivo, estrella de la prensa rosa... Raramente llevó un mandato hasta el final y como alcalde dejó enormes deudas como herencia a sus sucesores, debido a los grandes presupuestos que dedicó a publicidad.
En estos 100 días de "medidas sueltas y contradictorias que denuncian una inconsistencia gubernativa", el analista António José Teixeira destaca "la obsesión nunca vista del Gobierno con la comunicación social: los ministros debaten las fuentes de los periodistas, se quejan de los comentaristas, cuestionan si la comunicación social pública debe ser independiente, confunden tiempos de antena con comunicaciones oficiales al país...".
En estas relaciones con la comunicación social destaca el ministro de Asuntos Parlamentarios, Rui Gomes da Silva, que denunció públicamente los "comentarios de odio al primer ministro" del comentarista estrella de la televisión, Marcelo Rebelo de Sousa, e insinuó la existencia de una conspiración en los medios para acabar con el Gobierno. Dos días después, Rebelo de Sousa abandonó la cadena privada TVI.
Para callar la polémica desencadenada por la sospecha de presiones y de intentos de manipulación de algunos medios de información, Santana Lopes hizo "una comunicación al país" para anunciar menos impuestos y más salarios. El Ministerio de Hacienda acabó por presentar en el Parlamento un presupuesto para 2005 basado en expectativas muy optimistas, como un crecimiento del PIB del 2,4% y una buena conyuntura internacional, pese a los precios del petróleo. Para compensar las promesas del primer ministro, se eliminaron otros beneficios fiscales. Los sindicatos y las patronales consideraron estas propuestas como una trapacería sin consistencia.
El último capítulo de la "obsesión con la prensa" ocurrió la semana pasada, cuando la asesora personal de Santana Lopes desmintió que el primer ministro hubiera hecho la siesta tras un debate en el Parlamento y antes de ir a un desfile del evento Moda Lisboa, como informaba el Expresso en un pie de foto. El columnista de Público Vítor Malheiros, recordando los hábitos de Churchill y De Gaulle, consideró la aclaración una lástima, porque sería una forma de Santana Lopes tener "al menos un rasgo de gran estadista".
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