Wong Kar-wai presenta la versión definitiva de su impresionante '2046'
Llevábamos tiempo esperándola y ahora se confirma que ni siquiera la versión exhibida en el pasado festival de Cannes era la definitiva. 2046, última criatura del director chino Wong Kar-wai, poco tiene que ver con la que ayer presentó, con aires de estreno, esta 49ª edición de la Seminci vallisoletana. 2046 es una película de arrebatadora belleza, un canto desesperado al amor como herida del alma, más que como bálsamo de la vida. José Luis García Sánchez presentó la película María querida, y Joaquim Jordá, su documental 20 años no es nada.
Fue un día el de ayer en el que no faltaron las propuestas interesantes. Joaquim Jordá presentó un vibrante documental, 20 años no es nada, que recupera la memoria escondida de la izquierda radical en los turbulentos años de la transición, centrada en un conflicto que el propio Jordá narró, hace 25 años, en un filme anterior, Númax presenta (1980). También José Luis García Sánchez, único director español presente en la sección a competición, presentó María querida, su peculiar visión de la biografía de la pensadora María Zambrano, de cuyo nacimiento se conmemora este año el primer centenario.
Los detractores de Wong Kar-wai dicen despectivamente de su cine que da vueltas alrededor de unos pocos temas que se repiten de filme en filme. Es esto cierto, como por otra parte ocurre con cualquiera de los grandes autores que en la historia del cine han sido. 2046, su última creación, no hace más que dar pábulo a estas acusaciones. Planteada casi como una continuación de su película anterior, In the mood for love, vuelve aquí a aparecer el protagonista de la anterior, Mr. Chow, así como breves pantallazos de su relación abortada con el personaje que interpretaba Maggie Cheung.
Pero para la legión de adoradores del director de Hong Kong, el hecho de que se trate de una vuelta al enfermizo universo afectivo que planteaban otras películas suyas, de Nuestros años salvajes a Chungking express, y hasta a Happy togheter, no constituye ningún inconveniente. De hecho, con la suprema elegancia de su puesta en escena, su reiterada apuesta por tramas que cuentan desgarradas historias de amores baldíos, y su desencantado sentido de la vida, 2046 se presenta como casi un testamento, la historia de un hombre que siempre se enamora a deshora y que, en sus ratos libres, escribe novelas de ciencia ficción en las que sus criaturas buscan olvidar los propios desengaños amorosos que el autor arrastra.
Con un pie en el pasado, el Hong Kong de la década de los sesenta, y otro en el futuro, ese 2046 que le da nombre, el filme de Kar-wai es la confirmación de dos sospechas: una, que nuestro hombre está creativamente preso de un pasado en el cual se siente muy a gusto. Otra, que seguramente no podrá volver a rodar ya un filme como los últimos que componen su filmografía: si algo es 2046 es la confirmación del fin de un viaje, fascinante y tremendo, pero que, como todo trayecto, tiene necesariamente un final, y probablemente sea éste: sus criaturas están tan abocadas a la desesperanza y al fracaso que difícilmente podrá continuar con ellas como compañeras de su peculiar, apasionante periplo cinematográfico por las relaciones de pareja. Y demás está decir que 2046 es, con gran diferencia, la mejor propuesta que hemos visto en los tres primeros días de competición en este festival.
También ayer, Joaquim Jordá presentó, dentro de la sección Tiempo de Historia, su documental 20 años no es nada. Su origen es sencillo: más de 20 años después del final de la experiencia de autogestión obrera emprendida en la barcelonesa fábrica Númax, el director vuelve a interrogar a los mismos obreros que en la secuencia final de su filme Númax presenta le confesaban qué pretendían para su vida futura, en qué pensaban convertirse, con qué no estaban dispuestos a transigir para no perder su dignidad de asalariados.
20 años no es nada es exactamente eso: un cuadro de situación de los sueños, las esperanzas defraudadas, pero también las secretas ilusiones cumplidas de aquellos hombres y mujeres que tenían entonces 20, 30 años, y que ahora enfilanel camino de su vejez. Y el resultado es un testimonio estremecedor, complejo, rico y plural. De María querida, última película de José Luis García Sánchez, mucho hay que decir. Su inclusión en la programación de la Seminci, con su extraña, y no siempre lograda mezcla de filme didáctico, documental y película de ficción que tiene que competir contra algunas de las mejores películas internacionales del año, no le hace ningún favor a una carrera comercial que necesitaría de tutelas más sólidas que su mera inclusión en este concurso.
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