Ayuno y oración en Al Andalus
300.000 andaluces compatibilizan el Ramadán con sus responsabilidades diarias
Siete de Ramadán del 1425 de la hégira. Musha, el muecín de la mezquita Taqwa, una de las cinco que hay en Granada, no tiene alminar para llamar a los fieles a la plegaria en este mes santo. Pero sí un balcón en una callejuela estrecha desde el que, a las 19.39, la hora exacta del ocaso, revela con voz precisa y tono moderado que ha llegado la hora del Magreb (la cuarta oración del día), el momento desde el que los 20.000 musulmanes de la ciudad pueden abandonar el ayuno hasta que vuelva a salir el sol.
De los 1.200 millones de musulmanes que hay en el mundo, aproximadamente 300.000 viven en Andalucía, según la Federación Española de Entidades Religiosas Islámicas (FEERI), el interlocutor de de esta comunidad con el Gobierno central en temas de culto. Alrededor del 90% son inmigrantes, la gran mayoría de nacionalidad marroquí. El resto se divide entre estudiantes y una pequeña minoría de conversos. Durante estos días, la mayoría no come, no bebe, no fuma y no mantiene relaciones sexuales, desde el alba hasta que se pone el sol. Las 80 mezquitas de la región se convierten en este mes en su punto de reunión.
"Después de todo un día sin comer te sientes satisfecho como después de una carrera"
"Ayuno como mi padre y el padre de mi padre, pero no piso la mezquita", dice Najib
El pasado día 15 con la llegada de la luna nueva, comenzó el noveno mes del calendario musulmán. Aquel en el que el ángel Yibril (el arcángel San Gabriel para los cristianos) reveló a Mahoma los primeros suras del Corán. El ayuno durante sus 30 días constituye uno de los cinco pilares del Islam junto con las oraciones, la limosna, la peregrinación a La Meca y la profesión de fe. Alá premiará a los que lo cumplan con una recompensa 70 veces mayor que la del resto de sus obligaciones religiosas."Intento ayunar por amor a Alá. Oh Alá, házmelo fácil y acepta mi ayuno". Esta es la fórmula con la que, antes del primer rayo de sol, los fieles ofrecen su sacrificio a Dios. Dejando de comer en Ramadán, los musulmanes inician un rito en el que, al renunciar a los placeres, tratan de comprender mejor su valor y a las personas que no pueden permitírselos. "Este es un mes realmente bendito", explica Mansur Escudero, médico converso cordobés y directivo de la FEERI. "Los sentidos se te agudizan mucho. Los olores y los sonidos te hacen entender cuestiones que el resto del tiempo te están vedadas".
Para Mohamed Hairudín, otro converso granadino, ese despertar de los sentidos "no es más que un ejemplo de la sensualidad del Islam". Hairudín, subraya el efecto del ayuno en su autoestima. "El Ramadán te hace comprender mejor tus propias capacidades porque miras mucho más hacia adentro", asegura el converso. "Cuando llega la tarde y ves que has podido dejar de comer y beber durante todo el día te sientes como si hubieras terminado una carrera. Es algo que te llena de satisfacción".
Más allá de su sentido místico, lo cierto es que, en la práctica, el tiempo de ayuno coincide con la jornada laboral. ¿Afecta dejar de comer al rendimiento durante el trabajo? Mustafá Bakkach, periodista, profesor de árabe y presidente de la Asociación de Inmigrantes Marroquíes Futuro, lo niega. "Durante estos días me siento especialmente activo", asegura este musulmán practicante que desde las seis de la mañana sólo ha tomado leche, zumo tostadas y agua. Durante sus 11 horas y 18 minutos de ayuno, Bakkach ha dado sus clases, ha ordenado sus papeles y ha tramitado los permisos de residencia de varios miembros de su asociación. "El tiempo libre lo dedico a pasear y a leer, dos actividades a las que en Ramadán les dedico más tiempo", afirma.
"Mi religión es mi trabajo", dice con contundencia Najib detrás de la barra de su restaurante marroquí. Este hombre de unos 40 años natural de Chefchauen (Marruecos) reconoce que no pisa la mezquita, pero, como otros muchos inmigrantes acomodados al ritmo de vida occidental, cumple escrupulosamente el Ramadán "como lo hacía mi padre y el padre de mi padre". Najib asegura que el ayuno le ayuda a trabajar mejor. "Durante el resto del año tengo que ir al médico por molestias de estómago, pero durante este mes desaparecen. Me siento totalmente en forma".Llega la hora de Asr (la oración de media tarde, sobre las 17.00) y los turistas dejan paso a los fieles en la mezquita mayor de granada. Tras postrase ante el mirhab (el pequeño arco que indica la dirección de la meca), los creyentes recitan juntos algunos suras del Corán en una letanía tradicional heredada de los tiempos de Al Andalus. "la diferencia con las de otros países es que aquí se hace en grupo y tiene unas paradas determinadas", explica uno de los asistentes. Después de la lectura viene el sermón. El imán del templo imparte una clase en árabe en la que, con ayuda de un traductor, comenta los versículos leídos y hace referencia a la vida del profeta, ejemplo que todo buen musulmán debe tener en cuenta. a las ocho menos veinte, Yasín, uno de los numerosos artesanos marroquíes del Albaicín, deja por un momento su negocio de la calle calderería nueva y corre a la vecina mezquita Taqwa donde le proporcionan leche, dátiles y un buen tazón de harira, la sopa de carne y legumbres que, después del vacío, prepara el estómago para la cena. el canto del muecín Musha, apenas se escucha en esta calle repleta de turistas. Es la hora del iftar, la ruptura del ayuno.
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