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Reportaje:LA CARRERA HACIA LA CASA BLANCA | La seguridad social

La imposible ecuación sanitaria

A pesar de ser la primera potencia económica del mundo, EE UU carece de un sistema de seguridad social universal. Los dos candidatos pretenden ampliar la cobertura, pero sin disparar el gasto público

Estados Unidos, la mayor potencia económica del mundo, carece de un sistema público universal de cobertura sanitaria. Son las empresas o las familias las que en la mayoría de los casos acarrean con el coste de los seguros. Lo paradójico es que este sistema, único en los países industrializados, está lleno de agujeros y los esfuerzos que se están realizando desde hace cuatro décadas para evitar que se dispare el gasto federal en salud no están teniendo ningún efecto. Al contrario, el incremento está siendo muy fuerte, con una media anual del 9,3% entre 2001 y 2002, muy por delante de la evolución de la inflación y de la renta nacional. El gasto público representa hoy el 15% del PIB, en torno a 1,6 billones de dólares anuales o unos 5.400 dólares por habitante, y si se mantienen las políticas actuales, se alcanzarán los tres billones a final de la década.

Hay un problema: el ciudadano de a pie no se beneficia de estos fondos públicos que se lleva el sector sanitario y sólo ve cómo las aseguradoras le suben las primas cada año. Los planes de cobertura sanitaria que ofrecen las empresas a sus empleados subieron un 60% desde 2000. En 1998, el coste en salud por empleado era de un dólar a la hora. Hoy es de 1,5 dólares. Esto provoca que cada vez más compañías estén dejando de cubrir a sus trabajadores. Se calcula que el número de empleados cubiertos por sus empresas cayó hasta el 61%, frente al 68% de 2001. General Motors, primer fabricante mundial de coches, es una de las compañías que achaca sus dificultades financieras al incremento de los costes y lo utiliza como argumento para proceder a un drástico ajuste de plantilla.

En el caso de los seguros familiares, en el último año el incremento de las primas fue del 11,2%. Con todo esto, los estadounidenses están pagando como mínimo 10.200 dólares anuales por su plan de cobertura sanitaria, a lo que hay que añadir unos 20 dólares cada vez que se va a la consulta del médico y hasta 10 dólares al comprar los medicamentos. Esto al final equivale a una cuarta parte del ingreso medio de una familia en EE UU, que se sitúa en torno a los 43.000 dólares anuales. La fundación Kaiser Family afirma que "el incremento de los costes amenaza con hacer menos asequibles los seguros para todos los ciudadanos estadounidenses".

Una reflexión que tiene su reflejo en el último censo en EE UU, que muestra que 45 millones de ciudadanos -en su mayoría con bajos ingresos- no disponen en la actualidad de seguro médico o de otro plan de cobertura sanitaria. Son 1,4 millones más de "sin seguro" que en el informe anterior y cinco millones más que al inicio del mandato del presidente George Bush al frente de la Casa Blanca. La alternativa podrían ser los programas públicos, pero uno está dirigido a la tercera edad (Medicare) y el otro a los pobres (Medicaid), lo que está convirtiendo la sanidad en una necesidad apta sólo para familias con buenos recursos. Y la presión sobre estos programas, además, no para de crecer debido al envejecimiento de la población y a que cada vez hay más pobres.

¿Por qué pasa todo esto? La fundación explica que esta subida de los costes en la salud se debe al incremento constante del precio de las medicinas (15,3%), en la gestión de los hospitales (9,5%), en los servicios médicos a domicilio (7,2%), a los cambios demográficos y a las nuevas tecnologías que se aplican en la medicina para la prevención, el diagnóstico y la cura de enfermedades. Los candidatos a las presidenciales del 2 de noviembre saltan a escena con el mismo objetivo: ampliar la cobertura médica de los estadounidenses, pero controlando el gasto público. Una ecuación de difícil solución, y ahí es donde se produce el choque ideológico entre Bush y su rival, el demócrata John Kerry, que acuden a la retórica política para conquistar el voto de los indecisos.

Kerry promete un plan "que permitirá a todos los ciudadanos adquirir el mismo seguro que se les da a senadores y congresistas". Con su iniciativa pretende llegar a 26,7 millones de personas de los 45 millones sin seguro médico. Para ello se propone ampliar la cobertura del Medicaid para cubrir a 20 millones de niños y a familias que ahora no son elegibles. Además, defiende ayudas fiscales a las empresas para que puedan asegurar a sus empleados y que el Estado cargue con el 75% de los "costes médicos catastróficos". Pero no se atreve a dar el paso para controlar el precio de los medicamentos, como en otros países, y mira hacia Canadá para volver a reimportar medicinas más baratas.

Para Bush se trata de "promesas vacías" y propone un plan menos ambicioso para llegar a 1,8 millones de personas sin cobertura sanitaria. El presidente se declara creyente de lo que denomina "cuentas de ahorro de salud", como vía para que los consumidores "estén implicados en el proceso de toma de decisiones de la sanidad". Defiende además que se reforme la legislación sobre "responsabilidad médica" para evitar abusos en los litigios, que han disparado los costes de los seguros. La vía para reducir el precio de los medicamentos pasa, según Bush, por acelerar la entrada de productos genéricos que compitan con las marcas farmacéuticas.

El presidente Bush advierte, además, de que el plan de salud del senador Kerry tendrá un coste para la próxima década de cinco billones de dólares, ocho veces más de los 650 millones de dólares anunciado por el candidato demócrata. "Y mi rival habla de salud fiscal", remacha Bush. Pero también en su caso será inevitable un incremento del gasto público, de unos 570 millones. "Proveer acceso a la cobertura médica a las personas sin seguro, ampliando los programas públicos o por la vía de las ayudas, incrementará el gasto en lugar de reducirlo", señalan desde la fundación.

El incremento del gasto federal en el sector de la salud hace difícil encontrar una solución al abultado déficit federal que sufre EE UU desde que Bush se puso al frente de la nación y que este año alcanzó el récord de 413.000 millones de dólares. El problema es que ninguno de los dos candidatos explica cómo cumplirá sus promesas sin poner en riesgo las finanzas públicas en un momento crítico, ya que la ola de jubilaciones del baby-boom empezará a notarse en 2008. Tan sólo se limitan a decir que bajarán el precio de los medicamentos reduciendo las malas prácticas e incrementando la eficiencia del sistema con nuevas tecnologías.

Entrada principal del hospital Cornell de Nueva York.
Entrada principal del hospital Cornell de Nueva York.EPA

Tercer objeto de preocupación

Si se movilizara de golpe el voto de un grupo de 45 millones de ciudadanos -los que carecen de seguro médico- en una sola dirección, el impacto sería brutal en el resultado de las elecciones presidenciales. Pero los dos candidatos no pueden contar con ello el 2 de noviembre, por el simple hecho de que el índice de participación de los sin seguro es muy bajo. El 82% de los adultos asegurados está registrado para ejercer su derecho al voto en apenas dos semanas. Mientras que en el caso de los que no están asegurados ese porcentaje se queda en el 63%.

En cualquier caso, la salud ocupa un lugar destacado en los debates con vistas a las presidenciales. Uno de cada 10 adultos dice que es el tema más importante a la hora de decantar su voto, aunque bastante por detrás de la seguridad (40%) y la economía (32%), según la media de los últimos sondeos. El 24% de los ciudadanos encuestados se declara preocupado ante la posibilidad de no poder pagarse a final de mes el seguro médico, casi al mismo nivel que el miedo a perder su puesto de trabajo (26%).

Los estadounidenses confían más en los demócratas (32%) a la hora de lidiar con las cuestiones de la salud que en los republicanos (16%), aunque son más los que se muestran indiferentes o incrédulos (43%) hacia las promesas con las que les bombardean los dos partidos durante la campaña. En el caso concreto de las próximas elecciones, el 45% de los encuestados cree más en Kerry. Pero Bush no se queda muy atrás y le ha ido comiendo terreno poco a poco desde agosto hasta hacerse con el 42% de los apoyos.

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