Jerez en la médula

Tiene a Jerez en los huesos, lleva el cante de Jerez en la sangre. Juan Moneo, El Torta pertenece a una de las familias fundadoras del cante, a la aristocracia de este arte cantaor.

Él canta inconsciente de ello quizás, pero canta de una vez, con aliento poderoso si está bien, sin aliento casi si no es así. Pero en cualquier caso canta de verdad, con convicción. En la sala Clamores hubo de todo, cante apurado, porque no se encontraba bien de la voz, y cante limpio, espléndido.

Entre este último soleares, siguiriyas, bulerías. Cante auténtico, ese que sólo los grandes cantaores son capaces de hacer. Por soleares cantó templado, parsimonioso, con un regusto desde el principio de cante grande. Por siguiriya dramático, apelando a la grandeza de un género al que ningún otro se puede comparar. Y por bulerías, en dos extensas series, brillante, con conciencia de estar cantando bien.

Brillantes bulerías

Las bulerías es un estilo en que El Torta brilla particularmente, con luz propia. Raramente defrauda en un palo en el que, sin embargo, no es fácil ligar los tercios coherentemente, porque son tercios que se prestan mucho al cuplé o a la copla corrida y sin mayores problemas. Hablo de la gran bulería, un estilo difícil, engorroso y que exige al cantaor unas dosis considerables de jondura y sabiduría flamencas. El Torta las tiene.

Cantó inquieto, nervioso. Siempre le ocurre lo mismo, que no para, que no se queda quieto en su silla en ningún caso. Pese a ello, él se encuentra siempre en línea de gran cantaor. A su lado, Antonio Higueros le transmitió serenidad, tocando con prudencia, casi con cautela. En otros temas el cantaor no estaba bien, tenía problemas y podía perjudicarle seriamente.

No fue así, por fortuna, y la noche salió adelante con relativa facilidad.