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Crítica:CLÁSICA
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Elección adecuada

Una sola actuación no basta para calibrar las capacidades de un director, máxime cuando, como en el caso de Yaron Traub, se le ha designado futuro titular de la orquesta de Valencia y, por tanto, tendrá una misión: hacerla evolucionar en el sentido más favorable, diagnosticando los déficits a cubrir y aplicando el tratamiento pertinente. Combinar la autoridad con las buenas maneras y la capacidad de seducción suelen ser recursos que las orquestas agradecen. De cualquier manera, sólo el tiempo mostrará el resultado de su labor.

A Traub, que será director titular de la orquesta de Valencia a partir de la temporada 2005-06, pareció faltarle algo de vuelo en la obra de Jolivet que inició el programa del viernes. Tampoco consiguió que el ajuste de la orquesta con el solista fuese siempre todo lo perfecto que esta partitura requiere. Con todo, y a medida que ésta iba desarrollándose, no resultaba muy arriesgado aventurar que faltaban más ensayos, indispensables en unas páginas donde la precisión rítmica se constituye en elemento fundamental. Por otra parte, el concierto de Jolivet, aunque proporciona al solista numerosas ocasiones de lucimiento en la amplia gama de recursos percusivos que pone en juego -ocasiones que Javier Eguillot aprovechó, dando muestra de una técnica depurada y límpida- , trajo demasiados ecos de La Consagración de la Primavera en versión desvaída, algo que, desde luego, no es imputable a los intérpretes, sino al compositor.

Orquesta de Valencia

Director: Yaron Traub. Percusión: Javier Eguillot. Obras de Jolivet y Chaikovski. Palau de la Música. Valencia, 15 de octubre de 2004.

Fue en la Cuarta Sinfonía de Chaikóvski donde Yaron Traub mostró sus mejores cartas. Con una obra que la Orquesta de Valencia ha tocado en numerosas ocasiones y donde se supone que los problemas básicos están ya solucionados, el director pudo centrarse en cuestiones de más altura: clarificación de los planos orquestales, delicadeza y expresividad allá donde se requerían, atención a los solistas para subrayar y, al mismo tiempo, acolchar sus intervenciones, imaginación para variar las reapariciones de los temas, etc. Pero lo que más llamó la atención es la capacidad para transmitir, para no quedarse en la lectura correcta de los pentagramas, para que un cierto fluido expresivo circule entre director y orquesta y, desde ahí, envuelva a todos los asistentes.

Me pareció que Yaron Traub sí dispone de esa pequeña (¿pequeña?) magia que consiste en tensar emocionalmente a orquesta y público. Si es así, se solventará uno de los problemas más importantes que tenía nuestra orquesta y no habrá duda, entonces, de que su elección como titular habrá sido acertada.

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