Bohemios con disciplina
La gestión cultural da empleo a 68.000 personas, pero empresarios y artistas dicen que se requiere mucho empeño
Vivir de la cultura no es vivir del cuento, aunque a mucha gente se lo parezca. Un pintor, un escritor, dos escultores, y varios empresarios del mundo de la cultura, se sientan a hablar con un grupo de emprendedores llenos de curiosidad y ávidos de respuestas. El centro Andaluz de Emprendedores (CADE) ubicado en Málaga, abre la caja de los truenos. Ha organizado unas jornadas para analizar las oportunidades de negocios del sector cultural, un mundo donde el comercio se considera con frecuencia algo "sucio".
El novelista malagueño Pablo Aranda abre fuego. Resume el secreto de su éxito -próximamente publicará su segunda novela, El orden improbable- en cinco pasos. Le echa mucha cara y de vez en cuando hace algún chiste. Se define como una persona aventurera, que utiliza la cultura como afición, como formación (estudió Lengua y Literatura) y como complemento profesional. Hace un año y medio se proclamó finalista del Premio Primavera de Novela e hizo de la escritura su profesión.
El mercado cultural mueve en Andalucía 2.441 millones de euros, según datos aportador por el delagado de la Consejería de Economía en Málaga, Enrique Benítez. El gasto público en cultura es de 594 millones de euros (39% en la comunidad autónoma y un 61% en ayuntamientos), y las 12.745 empresas que viven de este sector emplean a 68.710 personas. No es de extrañar que muchos andaluces contemplen el sector para vivir de él, aunque "vivir de la cultura supone aceptar las reglas del juego", explicó Benitez.Pero todo no es de color rosa: "Hay que tener las espaldas medianamente cubiertas, porque en un mes conseguí autonomía para un año, pero ese dinero lo recibí en concepto de adelanto". El día a día también tiene sus pegas. "No se suele valorar nuestro tiempo", se queja, "como trabajo en casa, mi madre me llama para que le haga algún recado, y entonces, dejo de producir".
Coincide con sus compañeros de mesa en que "es difícil" vivir de la cultura, aunque "no imposible". Sólo hay que plantearse hasta qué punto se quiere quedar uno.
Gerardo Ballesteros, guionista y director malagueño, da buena cuenta de ello. Estuvo cuatro años en Madrid intentando triunfar, hasta que decidió regresar a su ciudad natal, donde ha abierto una empresa de videocreación con dos socios. Lourdes Santos, una de las propietarias de la empresa onubense Volumen Creativo S.L., abandonó la enseñanza para fundar con su marido, también artista, una empresa que esculpe en poliespán cualquier figura. Esta aplicación de las artes, que ejercen desde Trigueros (Huelva), les reporta trabajos que van desde la confección de escenarios o reproducciones de obras de arte, hasta cabezones de políticos.
Prácticamente no tienen competencia y consiguen los trabajos por concurso público. Pero la pega, dice, es que se tarda en cobrar. Las administraciones, prácticamente sus únicos clientes, se demoran mucho en los pagos, y han tenido que poner mucho dinero de su bolsillo.
Precisamente por esto, Antonio Troyano, presidente de la Entidad las Edades del Óxido, una empresa que sirve de eslabón a muchos artistas para difundir sus obras, hizo un llamamiento para que las empresas privadas inviertan en arte.
"Vender un cuadro es un milagro", considera el pintor Sebastián Navas, "sobre todo cuando pretendes mantenerte fiel a tus gustos". El artista malagueño, que considera el mundo del arte como un gran suflé, aseveró que muy poca gente compra arte porque le guste. "La cultura es un producto, pero también es una necesidad interior que va más allá de lo económico", dijo. Las preguntas de los asistentes iban por otro lado.
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