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Columna
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'Arsa pilili'

Durante años luchamos contra la imagen tópica de Andalucía, aquella que convertía nuestra comunidad en un lugar de palmas y diversión, donde todos éramos graciosos, bebíamos mucho vino, bailábamos y teníamos mucho arte. La Tierra de María Santísima. Era la imagen de Andalucía forjada por los viajeros románticos y que con el tiempo se convirtió en el tópico de España. La Andalucía de Washington Irving, de Merimée, de Bizet y de tantos otros que el franquismo utilizó como propaganda. Desde la izquierda y el andalucismo se luchaba hace 25 años contra esa idea, con libros como Noticia de Andalucía de Alfonso Carlos Comín y Andalucía ¿tercer mundo? de Antonio Burgos. Pasado el tiempo se descubrió que el sol, el flamenco, la feria y el Rocío eran un atractivo turístico y nos lanzamos a toda pastilla a propagar las bondades de la denominada "cultura andaluza", o más bien, del estereotipo que de ella se habían forjado en el resto de España y en el extranjero. Desconozco si ha dado réditos semejante campaña. Lo que sí es cierto es que se ha interiorizado una Andalucía de pandereta y los andaluces nos dedicamos ahora a interpretar nuestro papel de gente graciosa y vividora. Somos los más alegres del mundo. Diferentes y singulares por nuestro age y nuestro desparpajo. Los toros, el flamenco, la Semana Santa y el caballo. Todo aquel que no baile, no beba y no cuente chistes parece castellano o, lo que es peor, catalán. No existe, al parecer, una Andalucía sobria y austera. Hasta los andaluces del oriente parece que no tengan la autenticidad y la gracia de la Baja Andalucía, por mucho que sus romerías, ferias y semanas santas hayan copiado de manera paulatina a las de Sevilla y alrededores.

El punto culminante de este proceso es la alabada película Polígono Sur de una cualificada directora francesa en la que se ofrece una imagen de Andalucía propia del tópico más rancio: un montón de gente de raza gitana que no hacen otra cosa más que beber y bailar. Cada vez que se encuentran por la calle, unas palmas y a cantar. Hasta el burro mirando por la ventana me parece una ofensa a Andalucía, por muy gracioso que pueda parecer en Francia. Los tópicos no sé si son del andalucismo nuevo, del viejo, del de levantarse o del de bordar en el cuello de la camisa. Pero renacen con fuerza.

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