Pacto de convivencia
Definición del matrimonio: Dícese de la principal causa de divorcio.
Aunque el Consejo de Europa asegura que el matrimonio sigue siendo un valor fundamental de la sociedad, éste está llamado a desaparecer. Las rupturas matrimoniales son notablemente superiores al número de nuevos matrimonios. Según los datos publicados en enero de 2004 por el Instituto de Política Familiar (IPF), en España hay 115.000 rupturas anuales (cifras del año 2002), lo que supone un aumento del 40% respecto al año 1996. Cada cuatro minutos se produce una ruptura matrimonial. Desde el año 1996 hasta el 2000, el ritmo de separaciones fue del 26%, mientras que la creación de nuevos matrimonios fue tan sólo del 7%. Además, los matrimonios duran cada vez menos. El 52% de los que se separan no llegan a los 10 años de matrimonio. Y un 69,3% rompen antes de los 15 años, datos estos muy significativos que ponen de manifiesto la crisis por la que está atravesando el matrimonio como institución familiar. Pero a pesar de estos datos escalofriantes, todavía hay parejas que se siguen casando. Demencial.
La Conferencia Episcopal culpa a los medios de comunicación -al cine y a la televisión, sobre todo-, de ser los responsables de estas rupturas, porque con su influencia negativa hacen que los jóvenes pierdan la fe en la institución familiar y los confunden sobre lo que es la familia.
Continuar con una convivencia insostenible sin esperanza de conciliación puede crear situaciones dramáticas. Conocí a un matrimonio que llevaba una vida correcta a los ojos de los demás, pero vivían en espacios separados bajo el mismo techo. No se dirigían la palabra ni se miraban a la cara. Soportaron ese calvario durante toda su vida, sólo porque no se atrevían a romper el contrato del matrimonio.
Hubo un tiempo en el que casarse era un signo de rebeldía. Muchas parejas que sufrían conflictos generacionales con sus padres, avaladas por el mutuo amor que se profesaban tomaban la decisión de casarse siendo muy jóvenes para vivir con independencia y poner fin al conflicto. Reunían a los viejos en la sala de estar y les decían de sopetón: "Que nos casamos el mes que viene", dejándolos atónitos ante la inesperada noticia. Hoy la rebeldía es romper con lo establecido socialmente, legalmente y eclesiásticamente: hoy la rebeldía es no casarse. "Lucía y yo nos emancipamos... ¡Que nos vamos a vivir juntos, vamos!" Y lo dicen así de sencillo, sin más rodeos.
Se unen sin lazos jurídicos, sin contratos, sin hacerlo público con una boda ostentosa, pero con unas obligaciones. Con un pacto basado en el respeto mutuo, un pacto análogo al del matrimonio, pero sin ataduras de ningún tipo. Esta unión es el verdadero amor libre, un amor que tal vez perdure hasta que la muerte los separe. Pero ¿qué ocurre si llega el desamor y esa relación se rompe? Pues sufrirán el mismo dolor que sufre una pareja casada por la vía civil o religiosa, sufrirán el dolor más grande que puede sufrir una persona, sólo superado por la muerte de un ser querido; pero no tendrán que dar cuentas al Estado, a la Iglesia, ni a la sociedad.
Cuando se apela a esa unión estable de convivencia a fin de conseguir algún beneficio, ya sea jurídico, fiscal, de adopción de hijos, pensiones o herencias, esta relación pierde su virtud. Estaríamos, pues, regulando la relación, constituyendo una unión paramatrimonial o pareja de hecho, que no es ni más ni menos que un matrimonio de segunda categoría.
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