Los pequeños apicultores
Un museo a las afueras de Jerez descubre los secretos de la miel
Clases a pie de panal con la indumentaria necesaria (escafandra incluida) para meterse en la piel del apicultor. Y después, una degustación de lujo. Éste es en pocas palabras el resumen de la visita al Museo de la Miel y las Abejas Rancho Cortesano, a 15 minutos de Jerez de la Frontera, en Cádiz. Interactivo a tope, no es de esos sitios en los que se pulsa un botón y salen abejitas acompañadas de carteles explicativos y un zumbido grabado. No. Se trata más bien de un museo activo donde se enseñan las milenarias artes del apicultor.
Inmaculada García y Cristina Pérez reciben a los visitantes y les guían por el mundo de las abejas. Primero, los conducen a un claro de la arboleda situada a cinco minutos del museo. Allí está la plaza de las abejas: una colmena con bancos ordenados como en un anfiteatro. "¿Os ha picado alguna vez una abeja? ¿Seguro que era una abeja? ¿Creéis que pica por gusto?", pregunta la monitora, que pasa a explicar que éstas sólo atacan para defenderse y que después mueren al perder el aguijón y, con él, parte del intestino. Entonces llega la aclaración que más sorprende a los niños: la diferencia entre las avispas (carnívoras depredadoras de otros insectos e improductivas) y las abejas (que sólo se alimentan de néctar y son legendarias trabajadoras). "¿Conocéis su relación con el medio ambiente?", pregunta la monitora. "Ayudan a la polinización y a la reproducción de las plantas. Einstein decía que sin ellas el hombre no sobreviviría". Por suerte, las hay a millones. Sólo en la colmena que Inmaculada García muestra viven unas 80.000. "A ver, creo que ya podemos abrirla, ¿dónde estará la reina?". Entre el humo resultante de quemar hojas secas de pino, eucalipto y romero para mantener a las abejas adormiladas, se van sacando los panales que desfilan ante los ojos asombrados de los excursionistas, quienes identifican a los zánganos, a las crías y prueban la miel directamente de esta fábrica natural.
Es tiempo de regresar al museo. Los niños, con la cara pintada, descubren que la colmena produce algo más que miel: cera, polen, jalea real... Una vez dentro, se recorre la historia de la apicultura a través de proyecciones y diapositivas sobre la extracción de miel y el efecto curativo de las picaduras:los aguijones cargados de veneno se usan en la apiterapia para aliviar enfermedades como la esclerosis múltiple.
Pero la visita aún no ha terminado. Falta el taller de velas, en el que se da a cada explorador cera y una mecha con la que moldear una vela que después se llevarán a casa junto a un carnet de pequeño apicultor y una muestra de la miel, 100% natural, del Rancho Cortesano, que además es una cooperativa familiar con más de veinte años de experiencia en fabricación de productos apícolas de gran calidad.
La visita
Desde Jerez de la Frontera se toma la carretera de Cortes; al llegar a Cuartillos (km 11), girar a la derecha en dirección a San Isidro y El Torno. A unos dos kilómetros está el Rancho Cortesano.
- Horarios: lunes-sábado, 9.00-14.00 y 17.0019.00; domingos, 9.00-14.30. Visita guiada: tres euros. Sábados y domingos, 10.00-13.30.
- Información: 956 23 75 28 y 635 51 47 86.
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