De la diferencia
La verdad es que hablar, como ha hecho Giorgio Batistelli, el director del Festival de Música Contemporánea, de darle a la música dentro de la Bienal de Venecia la importancia que merece e inaugurar la serie de conciertos con Como cierva sedienta, del estonio Arbo Pärt (1935), no deja de ser una contradicción flagrante. Batistelli habla también de la "música de la diferencia", refiriéndose a la de los nuevos países que se integran en la Europa comunitaria, lo que explicaría mejor las cosas. Pero la verdad es que Pärt es un compositor sobradamente conocido y reconocido, y no hay oyente que no sepa de antemano lo que se le viene encima. La suya es una música que nació vieja, autoindulgente y sensiblera, y que se centra en cuatro recursos utilizados hasta la saciedad. Yo lo intento, créanme, llego a pensar que son manías mías pero, qué quieren que les diga, es inútil.
Orquesta y Coro de La Fenice
Klangforum Wien. Bernhard Kontarsky y Beat Furrer, directores. Patricia Rozario, soprano. Roberto Abbondanza y Otto Katzamaier, barítonos. Pascal Gallois, fagot. Obras de Pärt, Neuwirth, Nono y Sciarrino. Teatro La Fenice, 14 de octubre.
A la obra de Pärt -mal cantada por Patricia Rozario y mal dirigida por Bernhard Kontarsky- le siguió en el programa un estreno mundial de un nombre en alza: la austriaca Olga Neuwirth (1968). Zefiro Aleggia... nell'infinito es un bien trabado homenaje a Luigi Nono (1924-1990) -con citas literales- para orquesta y fagot solista o, más bien, obligado. Sobre un bajo en el que el sintetizador aporta un papel importante se propone una suerte de crecimiento, no en volumen sino en intensidad, como una propuesta -muy de Nono- de seguir caminando una vez echados a andar.
Del propio autor italiano se interpretaron dos de las tres partes de sus Epitafios: España en el corazón y Romance de la Guardia Civil española. Ya sabemos lo que supuso en su momento esta música que sigue viva, impregnada de solidaridad y de lucha aunque se interprete mal, cosa que, como en toda la velada, sucedió por desgracia. No tuvieron su noche ni los solistas vocales -redichos hasta hacer pensar si los textos seguirán de verdad tan vivos como la música- ni el citado y otras veces cumplidor Bernhard Kontarsky.
Exhibición de Sciarrino
Lo de Salvatore Sciarrino (1947) en la Sala Rossi fue una exhibición. La de un compositor dueño absoluto de sus recursos, capaz de hacer una obra de arte con su Quaderno di strada sobre textos que van de los graffiti de los muros de Perugia a unos versos de Kavafis que sirven de apoyo a una música que parece que no es, pero vaya si es. El poema de Testori dedicado a Giorgio Morandi es todo un estudio sobre el soplido como técnica expresiva y el dedicado a las flores, traído desde una Ghirlanda del siglo XVII, es una de las cosas más hermosas que ha hecho la música italiana con una voz humana desde las Folk songs de Luciano Berio, a las que recuerda. Otto Katzamaier y Beat Furrer tradujeron la obra con una atención exquisita.
Babelia
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