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Columna
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El abecé de Acebes

Queridos compañeros, miembros de la ejecutiva, militantes y seguidores de nuestra formación: ante los alarmantes sucesos que en estos días se producen en el partido, a consecuencia de las crisis abiertas en varias ciudades por tres o cuatro ovejas descarriadas que no buscan sino su éxito y nuestra ruina, me permito ofreceros, con toda cordialidad, un decálogo cuyos puntos, a mi juicio, no debieran olvidarse, especialmente en estos tiempos convulsos.

Número uno: para ganar unas elecciones es imprescindible no creer en la democracia.

Número dos: en consecuencia, el único candidato legítimo es el que nombra a dedo la superioridad.

Número tres: el mejor servicio que puede prestarle a una formación política su militancia es ser muda y manejable, agitar las banderas cuando se las pongan en la mano, meter en la urna la papeleta que le den y cerrar filas sin hacer preguntas.

Número cuatro: opinar es un acto de indisciplina.

Número cinco: las elecciones primarias, los debates internos y las listas alternativas son un síntoma de debilidad y un peligro: si no hay opciones, no puede haber sorpresas.

Número seis: la lealtad es el nombre noble de la obediencia.

Número siete: la autocrítica es la sombra de la traición y el primer mandamiento de los conspiradores.

Número ocho: la insubordinación es el camino de los renegados. Judas es el santo patrón de los rebeldes.

Número nueve. Expresar ideas propias supone cometer desacato, y el desacato no es gratis: los que se salgan de la fila, lo pagarán muy caro.

Número diez: el jefe siempre puede volver.

Queridos camaradas, espero que os puedan servir estas modestas reflexiones y normas de funcionamiento interno que me he visto en el deber de recordaros en estas horas convulsas y a la luz de las oscuras maquinaciones que ciertos seres ambiciosos, egoístas, arteros, viles e infieles están cometiendo en nuestra propia casa y contra el interés de todos.

Permíteme que abuse aún algunos segundos de tu paciencia y tu tiempo para expresarte mi más absoluta convicción de que si aplicamos a cada uno de nuestros actos, con absoluto rigor y pulcritud, esos 10 preceptos que acabo de exponer, no nos será difícil regresar, por la senda del orden y la disciplina, a la cumbre de la montaña. Puedes estar seguro de que lo que tan buenos resultados nos dio en el pasado nos los volverá a dar, sin ningún género de duda, en el futuro.

Con tu apoyo y el de todos los que confían con una fe ciega en nuestros valores más firmes, podremos seguir construyendo entre todos un partido abierto y plural, donde tengan cabida las opiniones sanas y donde sean impensables la escisión, los cismas, las discordias, las luchas de poder y el resto de las expresiones del caos.

Nuestro país nos necesita más que nunca en estos momentos penitenciales, donde el rencor y el espíritu revanchista han vuelto a alzar su bandera. Me permito recordarte que hay quienes acaban de aprobar la celebración civil de matrimonios que desacreditan tanto la autoridad moral de la Iglesia católica como las más elementales leyes de la naturaleza; que hay quienes promulgan planes educativos que niegan nuestra religión, nuestra Historia y nuestra cultura; que hay quienes, con una falta de responsabilidad alarmante, pretenden resucitar las guerras del pasado, rehabilitar dudosas reputaciones y abrir antiguas fosas sin saber exactamente qué van a desenterrar, cuánto resentimiento, cuánto odio dormido.

Te envío junto con estas líneas un fuerte abrazo y pido tu apoyo para escarmentar sin miramientos a quienes, en Madrid y en algunos otros de nuestros dominios más prestigiosos, se han atrevido a volverse, movidos por deleznables intereses personales, contra nosotros, contra los suyos. Nuestra fuerza y nuestra buena salud han sido siempre una consecuencia directa de nuestra unión sin fisuras, y quienes pretenden resquebrajar desde dentro esa unión son nuestros peores enemigos.

Por Madrid y por España, síguenos. Dale la espalda a los apóstoles de la disidencia, a los díscolos y a los falsos predicadores que se dedican a ofrecer lo que no es suyo. No nos falles. Nosotros somos la garantía de tu libertad.

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