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Satrústegui muestra en una exposición en San Sebastián su formalismo pictórico

Para Rafael Satrústegui (Madrid, 1960) pintar es casi una necesidad dictada por el destino. "Siempre he tenido la sensación de que es la pintura o el arte quien te elige a ti. Como una maldición, como una joroba con la que naces", asegura. Por eso, disfruta de ella como un fin en sí mismo. "Nunca he creído en el discurso, el tema como justificación del cuadro", continúa. Y precisamente por eso cualquier motivo puede convertise en punto de partida de sus trabajos. Las obras que presenta en Galería Dieciséis de San Sebastián nacen, aunque no lo parezca, de una fotografía de una revista de decoración.

"Siempre he creído más en la forma que en el fondo o en el asunto, que dirían los clásicos", reconoce. "En realidad cualquier tema me vale mientras me sea, por lo que sea, estimulante o lo suficientemente sugestivo". Hace meses tropezó con varias imágenes de una revista y empezó a trabajar sobre ellas. Pero hubo una, la fotografía de una sala con una mesa, una silla y una escalera de caracol, que le sirvió especialmente de inspiración para muchos cuadros: los que ahora presenta en Dieciséis. Pero Satrústegui, como dice el galerista Gonzalo Sánchez, "no es un pintor de representación de los objetos. Los utiliza por el puro placer de pintar". Los recrea y los reinterpreta de tal forma que no se reconocen, pero sí se intuyen. Porque si hay algo que le interesa a este artista es que su pintura no caiga en "lo más meramente ornamental". "Ese es el peligro que he visto cada vez que he hecho abstracción más pura", explica. "Por eso me interesa que haya una resonancia de algo reconocible, aunque no se pueda verbalizar".

La exposición que presenta hasta el 30 de octubre en Galería Dieciséis reúne once lienzos en técnica mixta con óleo, barniz y acrílico bajo el título Ahora que todavía estás nombrando. Todos están realizados sobre fondos claros con trazos que remiten a la simbología oriental. De hecho, Rafael Satrústegui reconoce que, hoy por hoy, su trabajo está influenciado por su atracción por dos polos artísticos: por un lado los pintores taoístas orientales y por otro, la mirada pop que ha estado presente en toda su trayectoria.

El artista, que próximamente mostrará su obra en la Galería Luis Burgos de Madrid, ha evolucionado hacia una depuración de su pintura en todos los sentidos. "Llegó un momento en el que me aburría la pintura muy cargada, muy sobrecargada, muy barroca, porque yo he pasado por épocas muy expresionistas, muy de trazo, de gesto", señala. "Me empezaba a parecer un recurso muy facilón y empecé un proceso de ir despojándome de cosas para quedarme con lo esencial". Ahora cuando da una pincelada, se lo piensa muchísimo, dice. "Porque se queda ahí, no tengo el recurso de pintar encima".

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