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Reportaje:FÚTBOL | Fase clasificatoria para el Mundial de Alemania 2006

El 'pibe' tranquilo

Mascherano se afianza a sus 20 años como medio centro del River y de la selección argentina mientras aguarda que se decida su futuro

Juega como vive. Marca, quita, toca, calla, ayuda, está, anda por la cancha como por su casa... Javier Mascherano es de los que no se descontrolan porque creen que se llega siempre justo a tiempo a las citas con el destino. El pibe, 1,77 metros, 76 kilos, 20 años cumplidos en junio, calma el maremoto de ansiedad que crece estos días a su alrededor por su probable pase al Madrid, aunque el Barcelona también está interesado en contratarle; se moja los pies en la oleada de versiones sobre su futuro como si tomara el sol en una playa desierta, apenas sonríe y, sin alterar la voz, dice a su representante, al presidente del River Plate, a la prensa que le acosa en Buenos Aires y, hoy, en Santiago de Chile, adonde llegó con Argentina para disputar un partido clasificatorio para la Copa del Mundo: "Hay que estar tranquilos".

La frase está registrada en su formación. "Hay que estar tranquilos, papá", le decía hace ya siete años, cuando tenía 13, a Óscar Mascherano, suplente en el Newell's Old Boys campeón en 1974 y titular luego en el Argentino de Rosario, un Segunda. El padre le veía ya las condiciones cuando Javier era delantero centro en el Alianza, de la Liga de San Lorenzo, el pueblo donde nació, cercano a Rosario, la segunda ciudad argentina, 280 kilómetros al noroeste de Buenos Aires. "Era un 9, como yo", recuerda, orgulloso, Óscar. Y añade: "Después se fue a Barrio Vila, en el 95, y yo era el entrenador. Como delantero, era velocidad, potencia y remate. Pero a mí me parecía que debía jugar de 5, en el medio, porque llegaba a todas y después levantaba la cabeza y ponía la pelota donde quería... Desde los 10 años entrega el balón así, con precisión infernal. De entrada, no quería, pero le convencí de cambiar el puesto".

"El tercer año en Barrio Vila lo hizo en los juveniles. Él estaba seguro de que iba a llegar a Primera. Siempre está tratando de mejorar, nunca se conforma. De muy chico, me decía: 'Quiero llegar a ser alguien, lograr algo'. Se había fijado esa meta y no había nada que se lo sacara de la cabeza. No quiso probarse ni en el Newell's ni en el Rosario Central porque había muchos jugadores y eligió ir al Renato Cesarini. Yo le expliqué que ese club jugaba los torneos de la Liga rosarina y no los de la AFA [la federación nacional] y me contestó: 'No importa; hay que estar tranquilos, pa. Si juego bien acá, alguien me va a ver'. Siempre fue un pibe que supo lo que quería. Me acuerdo de que el Indio Solari, el padre del madridista, me llevó a un costado y me dijo, convencido: 'Éste va a ser el 5 de la selección'. Y yo me largué a reír", continúa Óscar.

Y fue así. El destino le esperaba en los juveniles de Argentina. El entrenador, Hugo Tocalli, el segundo de José Pekerman, le eligió para la sub 15 y un año más tarde el River le incorporó a la Séptima División. Le convocaron para la sub 17 y la sub 20. Viajó al Mundial de 2002 para completar el equipo en los entrenamientos de los mayores y desde entonces Marcelo Bielsa le tuvo en cuenta para cada partido. Por primera vez en la historia del fútbol argentino, un jugador debutó en la selección absoluta antes que en su club. El día anterior, sólo comentó: "Es un partido más. Hay que estar tranquilos".

Allí donde esté, hoy en Santiago si le toca jugar o en Atenas cuando ganó la medalla olímpica, al terminar el encuentro de turno, Javier llama a su padre para que le dé su opinión. "Sé que él no me va a mentir y que siempre me señalará algo que corregir", advierte. A su vez, tras los comentarios, Óscar le preguntará: "¿Sentís que dejaste todo por tu equipo en el campo?". Si Javier está convencido de eso, al margen del resultado y de su actuación, dirá: "Sí, papá". Y, entonces, éste, con los ojos llenos de lágrimas, añadirá: "Eso es lo más importante, hijo".

Los críticos aseguran que "será el medio centro de la selección por los próximos 10 años o hasta que se retire". Javier no se lo cree y responde: "No; hay que ganarse la titularidad en cada partido". Los compañeros y los expertos se asombran de su juego y coinciden en que "tiene 20 años y se mueve con la sabiduría de uno de 30". Javier no piensa igual. Cree que "todos los días hay algo que aprender". Cuando le hablan del Madrid o el Barça y de la responsabilidad de llegar para ocupar un puesto clave, sonríe: "El problema, por ahora, no es mío. Ya veremos. Hay que estar tranquilos". Su supuesto traspaso al Madrid se habría acordado en julio y demorado hasta diciembre porque los directivos y el entrenador del River querían retenerle un torneo más y el propio Mascherano deseaba disfrutar de jugar más partidos en Primera, ya que ha disputado menos oficiales que con la selección.

Al pibe tranquilo sólo logró alterarle "Dios" cuando le llamó por teléfono para pedirle una camiseta. Todavía siente escalofríos al contar que atendió el teléfono y era Él: "Era Él, era Él. Diego me llamó a mí para pedirme una camiseta. Quería tener una camiseta mía. Maradona quería tener una camiseta mía. Le dije que se la iba a llevar y lo conocí. Me habló. Diego me habló. No me acuerdo de lo que me dijo. Que le gustaba como jugaba... La verdad, no me acuerdo de nada. Yo lo miraba. No podía creer que estaba ahí, con Él". En realidad, Maradona dijo después mucho más que eso. Destacó a Mascherano como uno de los mejores jugadores que vio en ese puesto. Palabra del dios argentino del fútbol. Amén.

Mascherano, de albiceleste.
Mascherano, de albiceleste.AFP

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