_
_
_
_
Tribuna:
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

¿El prostíbulo de Europa?

Un país que se muestra indiferente ante el fenómeno de la prostitución es un país que ha renunciado a luchar por los derechos humanos. Por muy milenario que sea el fenómeno de la prostitución, se trata de una de las peores explotaciones humanas y está ligada a la marginación, a la pobreza, a las drogas y a la infelicidad. Cualquier persona se podría pasar una semana fregando escaleras, trabajando en una fábrica o despachando en una tienda, pero nadie trabajaría en la prostitución si pudiera evitarlo.

Es paradójico que, a falta de movilizaciones de mujeres para acabar con la prostitución o al menos paliarla en nuestro país, sea una organización religiosa basada en el patriarcado, la Iglesia católica, la que denuncie el aumento de prostitución en el Empordà, llegándolo a denominar "el prostíbulo de Europa". La preocupante falta de concienciación social de las mujeres y de políticas de igualdad de oportunidades entre sexos están directamente relacionadas con el hecho de que nuestro país sea el lugar donde se estén asentando las mafias internacionales que trafican con seres humanos y los explotan. Esta indiferencia hacia la prostitución en nuestro país ya viene de lejos. Los periódicos de más prestigio contienen anuncios de prostitución y presentan las noticias sobre el tema con la máxima frivolidad. Un titular decía recientemente: "30.000 españoles practican al año el turismo sexual en Surámerica", como si se tratara de practicar el esquí o la natación, como si hubiera un turismo ecológico, uno artístico y uno sexual. La indiferencia llega hasta el límite de que los políticos mallorquines que fueron a un prostíbulo en Rusia utilizando dinero público no se hayan visto obligados a dimitir de inmediato. Lo que es peor, en vez de investigar el caso con la seriedad que requiere, algunos periodistas hacen referencia a ello en tono de guasa. La prostitución es una explotación, principalmente, de mujeres y de niñas, y en un universo aún fuertemente patriarcal, el problema no se toma suficientemente en cuenta.

La prostitución, una de las peores explotaciones humanas, comporta marginación, droga pobreza e infelicidad

La consejera Montserrat Tura fue, inocentemente, a visitar los prostíbulos del Empordà. Pero ella sabe muy bien que por muy limpias y planchadas que estén las sábanas, el sida nunca se va a poder evitar porque en la práctica, con alcohol y drogas por medio, es ingenuo pensar que se van a utilizar los preservativos, y las mujeres son mucho más vulnerables a contagiarse. Además, por mucho mejores que sean las condiciones de vida de estas personas, la esclavitud continuará siendo esclavitud, aunque lo sea con Seguridad Social.

Los gobiernos conservadores han estado con los brazos cruzados durante demasiado tiempo y ahora el nuevo Gobierno de izquierdas tiene el deber moral de enfrentarse a esta vejación humana. Teniendo en cuenta las dimensiones que está adquiriendo el problema en nuestro país, que afecta a unas 50.000 personas, mayormente extranjeras, el Gobierno de la Generalitat debería crear una verdadera política de protección de las mujeres y trabajar conjuntamente con organizaciones internacionales como el Unicef y las ONG especializadas en la lucha contra la prostitución nacional e internacional, por ejemplo AFESIP, para contribuir a la lucha global contra la esclavitud sexual.

Éste es el término que deberíamos usar para esta miseria humana y no el de industria sexual, que pone énfasis en los beneficios económicos y reduce a los seres humanos a meros productos de consumo. La Generalitat debería organizar cursos de formación para que las prostitutas tengan oportunidades de reinserción social. Debería ofrecerles tratamientos psicólogicos ya que, según los estudios sobre la cuestión, las prostitutas sufren serios trastornos psicológicos y la mayoría de ellas han sufrido abusos sexuales en su infancia. Deberíamos también ayudar a regresar a sus países a las mujeres que lo soliciten. También habría que actuar a largo plazo con un verdadero proyecto educativo para que los hombres aprendan a relacionarse sentimentalmente con las mujeres en igualdad y a respetarlas en todos los ámbitos de la vida.

Cuando se piensa en estrategias, hay que tener imaginación. Por poner un ejemplo original, el Gobierno chino ha realizado campañas para que la gente se quiera más y para promover las relaciones sexuales entre sí, y no con dinero de por medio.

De la misma manera que la violencia machista ha dejado de ser invisible en los medios de comunicación y en la opinión pública, debería pasar lo mismo con la pesadilla de la esclavitud sexual, que afecta a miles de mujeres y niñas en Cataluña y que crece de modo alarmante. No queremos ser una país de turismo sexual como Malaisia, Tailandia, Filipinas o Indonesia, donde no hay protección social y el negocio de la prostitución representa el 14% del PIB. Estoy segura de que los catalanes queremos destacar por ser vanguardia en la defensa de los derechos humanos y contribuir a crear un mundo en que se cometan menos injusticias y atrocidades.

Si realmente somos democráticos y creemos en el Estado de bienestar, nuestra obligación es sacar a estas mujeres del agujero en el que se encuentran. Por muy milenario que sea este fenómeno, tenemos que luchar por la dignidad humana de toda nuestra comunidad, sin excepciones.

Irene Boada es periodista.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_