Democracia afgana
Maldecían contra los soviéticos, de la ocupación de países que obligaban a adoptar su régimen. Les llamábamos sputniks, compañeros de viaje, por el satélite artificial que pusieron en órbita. Maldecían de los alemanes que pusieron gobiernos nazis en Europa, con presidentes quisling, por Vidkun Quisling, colocado en Noruega: hasta el punto de que le fusilaron los demócratas. Como Francia fusiló a Laval, aunque De Gaulle ahorró la vida de Pétain, que al fin era un mariscal de Francia: le mandó a morir a una isla. Yo no me había acostumbrado a que la democracia se pudiera imponer a la fuerza. Creía que, por su naturaleza, debía emerger del hombre. Una democracia en un país árabe musulmán ocupado por toda Europa -y por la España de Zapatero-, después devastado por las armas de Bush, metido en guerras locales de caciques, con un elegante candidato tocado con gorrito de petigrís y túnicas de seda, sobre el traje de europeo puesto por Bush. Caminaban los burros por las montañas cargados con las urnas de cada aduar, se volcaban en las mesas centrales, y salió el candidato previsto. El quisling, el sputnik: el amigo de lo americano. Fortalecido por Europa, que no ha aceptado las demandas de la oposición. Probablemente tan poco razonables como las del candidato verdadero.
No sé si este movimiento de las grandes naciones occidentales representa un desprecio a los afganos, si resulta diferente de la ocupación de la URSS; no sé si, en cambio, es un desprecio a la democracia en general. El caso es que haya votos, que haya urnas; y que haya colas frente a los colegios electorales. Unas de mujeres vestidas de azul, encalabozadas por su traje talar y por la rejilla que tapa el rostro, sólo mostrado un momento a otras mujeres que presidían sus mesas. Culpábamos a los talibanes, pero desaparecieron y ellas siguen encarceladas. Van a votar: son demócratas, y los hombres que las pastorean, también. Esto encanta a Bush: las elecciones de noviembre en Irak serán iguales. Rumsfeld quiso que no se hicieran en distritos de atentados, pero Bush le contradijo, y ordenó que se hicieran en todo el país, y que no se castigara a nadie sin urnas. La democracia es para todos.
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