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Tribuna:DEBATE | ¿Una nueva etapa en el Partido Popular?
Tribuna
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Por si las cosas se tuercen

Las elecciones con cambio las pierde más el Gobierno que las gana la oposición. Ésta es una afirmación común del olfateador participante. Pero tiene también un sólido apoyo en la psicología cognitiva, la cual nos enseña que los seres humanos tendemos a recordar más lo malo que lo bueno y a ser más severos para castigar los malos comportamientos que generosos en premiar los buenos. Aplicado a la política, esto comporta que los buenos resultados de los Gobiernos son premiados en votos sólo moderadamente, pero los malos comportamientos pueden generar muchos más votos de castigo a favor de la oposición. Esto último fue precisamente lo que le ocurrió al Partido Popular el 14 de marzo. Pero lo más duro del caso es que, en perspectiva de futuro, sus éxitos anteriores en el Gobierno contarán menos que los eventuales fracasos que tenga el Partido Socialista en su actual gestión gubernamental.

Para estar en disposición de gobernar el PP no debe obsesionarse con pasados éxitos y fracasos

La principal desventaja de estar en la oposición es que la agenda la diseña sobre todo el Gobierno y la oposición tiene que jugar la mayor parte del tiempo en campo contrario. En la agenda pública hay unos temas que pueden considerarse propiedad de un partido gracias a haber desarrollado en ellos una gestión gubernamental que ha sido reiteradamente considerada como satisfactoria por una mayoría de los ciudadanos. Así, en la España actual, el PSOE es "propietario" sobre todo de políticas sociales, como educación, vivienda y cuestiones morales de género y relaciones sexuales, en las que se está apresurando a legislar. En cuanto a rentabilidad de apoyos electorales, en estos temas el PP tiene muy poco que hacer.

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Entre los temas potencialmente en disputa en una estrategia de futuro existen los siguientes. En primer lugar, el terrorismo, en el que el PP había contado desde hace años con una credibilidad mayor y un apoyo más amplio que los socialistas. Sin embargo, después de la masacre terrorista del 11-M, así como del declive de ETA, la ventaja del PP en este tema podría haberse esfumado. Para los populares, insistir ahora en la firmeza y la eficacia de su pasada gestión en la persecución del terrorismo puede ser en el mejor de los casos inocuo y podría acabar siendo contraproducente.

El tema más abierto es posiblemente la unidad de España y las relaciones del Estado con las comunidades autónomas. El PSOE ha contado, desde hace años, con una definida ventaja en este tema hasta casi considerarse que es dueño del mismo. Sin embargo, no está muy claro que las actuales iniciativas de reforma de los estatutos y de la Constitución preludien un nuevo éxito de los socialistas. Dentro de muy poco, el Parlamento vasco no aprobará el llamado plan Ibarretxe, tras lo cual se abrirá una duradera campaña de confrontación entre los nacionalistas vascos y los nacionalistas españoles hasta las elecciones de primavera en la que los socialistas podrían tener las de perder. Tampoco está claro que el Parlamento de Cataluña acabe aprobando un proyecto de nuevo Estatuto, ya que la versión hasta ahora impulsada por los nacionalistas catalanes de CiU y ERC y admitida por el PSC requeriría reformas constitucionales que el PP no estaría dispuesto a votar en las Cortes Generales. Si la aventura de reformas estatutarias no acabara bien, la tradicional ventaja del PSOE en el tema autonómico podría quedar en cuestión. El PP podría quizá entonces sacar beneficios de haber sido el único partido que no impulsó esta iniciativa. Pero para ello no debería aparecer como un boicoteador frontal, sino más bien como alguien no implicado que no tendría más remedio que arreglar el estropicio provocado por otros.

Hay otros temas de la agenda pública que no son nunca propiedad de ningún partido, sino que son más bien alquilados temporalmente por el partido de turno en el Gobierno si consigue una buena gestión a corto plazo. Éste es el tipo de temas en que el PP ha sacado hasta ahora más ventaja: los escándalos de corrupción de los primeros años noventa, el crecimiento económico y la creación de empleo del periodo posterior, incluso durante algún tiempo las relaciones exteriores. Pero, por el mismo mecanismo, si en los próximos tiempos se confirmara el ciclo económico expansivo y no hubiera ninguna crisis grave de gobernabilidad, la ventaja consiguiente sería para el PSOE, que tiene ahora alquilados los temas de gestión.

El Partido Popular sólo puede confiar, por tanto, en que un eventual fracaso del Gobierno, quizá en el tema autonómico o, a más largo plazo, en la economía, la inmigración o la seguridad, genere de nuevo los conocidos movimientos de abstención de progresistas y mayor división de los votos de izquierda entre varios partidos que ya le dieron en su día una victoria relativa. Mientras tanto, como ha dicho Mariano Rajoy en su reciente congreso, el mensaje básico a los ciudadanos es que "el partido está en disposición de gobernar si las cosas se tuercen". Para ello no hacen falta, ciertamente, grandes novedades ni malabarismos ideológicos. Pero sí es necesario que el partido deje de obsesionarse con sus pasados éxitos y fracasos gubernamentales, muestre cohesión y paz interna y dé visibilidad a un equipo fiable capaz de gobernar en el futuro, no una colección de "ex".

Josep M. Colomer es profesor de investigación en Ciencia Política en el CSIC y autor de Cómo votamos (Gedisa).

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