_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Cuando despierte Ángel Cristo

Ya lo habrán oído. Con la llegada a Barcelona del Circo Mundial, se ha aplicado por primera vez la normativa del Ayuntamiento que prohíbe los espectáculos en los que los animales "pudieran ser objeto de cualquier tipo de burla o sufrimiento". Ante todo, debo aclarar que los números circenses con fieras me aburren, pero los prefiero mil veces a los números circenses que compensan la falta de fieras con números poéticos. No consigo verle la lírica a un payaso que domestica pulgas imaginarias. Para mi desgracia, nunca he conseguido apreciar el arte basado en la imitación de la ingenuidad. Me perturba ver a un adulto que habla mal y que se equivoca una y otra vez a la hora de abrocharse el zapato. Es debido a que no llevo ningún niño dentro, vale, pero conozco a unos cuantos menores que tampoco le encuentran la magia al circo y, en cambio, sí que se la encuentran a Spielberg. Qué le vamos a hacer.

Un loro en un bar cantando el himno del Barça no está prohibido, ¡y anda que no es objeto de burla!

El caso es que el decreto me parece injusto porque no se aplica a todos los animales, sino sólo a los fieros. Y eso es como abolir la esclavitud excepto para los negros, con la excusa de que ya están acostumbrados. Veamos: un loro en un bar cantando el himno del Barça no está prohibido, ¡y anda que no es objeto de burla! Tampoco lo están los delfines y focas que saltan en pos del pescado en un zoo como el de Barcelona. En cambio, los leones del Circo Mundial sí lo están. Me gustaría saber por qué un león marino tiene menos derechos que un león terrestre. Que un perro actúe en la tele, en el circo o en el teatro no es vejatorio, y para muestra tenemos al can Trasto. ¿Lo sería si en lugar de un perro fuese un tigre? Un caballo en un circo o dando saltos debajo de Beatriz Ferrer-Salat no se considera que sufra, pero un cocodrilo sí, lo cual es una suerte para el cocodrilo (aunque también para Beatriz Ferrer-Salat). Desde luego, fuera del circo las diferencias de clases no mejoran. Si los mozos de un pueblo deciden tirar una cabra desde un campanario como acto central de las fiestas patronales, están cometiendo una salvajada que pondrá triste a Rosa Montero (y a mí). Pero si los mozos de ese pueblo deciden tirar un caracol desde el campanario como acto central de las fiestas patronales, nadie protestará a pesar de que es igual de vejatorio y no menos mortal para el caracol. Los motivos son muy racistas: como el caracol es más pequeño y también más limitado intelectualmente, su dolor se nota menos. Y por una razón parecida, el espectáculo que ofrece Karlos Arguiñano cada vez que parte una langosta viva por la mitad no es vejatorio ni constituye un delito de torturas hacia el colectivo de los crustáceos. ¿Sería vejatorio y constituiría un delito de torturas que Arguiñano partiese por la mitad un perro con ánimo de cocinarlo, como hacen en Corea?

En cambio, los números con niños no están prohibidos. Se pueden seguir utilizando niños en todos los circos que visiten Barcelona. ¡Qué bien! Podremos disfrutar de la visión de menores de edad haciendo malabares sobre un monociclo. En defensa del arte diré que no reciben palizas; al contrario, para ellos doblar el espinazo en dos y meterse dentro de un tubo de colores, pongamos por caso, es como un juego. Lo hacen desde que nacieron. Están acostumbrados.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_