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El privilegio de decidir

En el Alderdi Eguna, nuestro lehendakari afirmó dirigiéndose a sus jóvenes: "Poder decidir es, para un joven vasco, lo más bonito de esta vida". Me parece tremendamente grave exacerbar objetivos identitarios con mensajes cuasi escatológicos sobre la capacidad de decisión de nuestros jóvenes, al margen de su situación real. Una mayoría de nuestro jóvenes no gozan de las condiciones económicas de libertad para poder decidir con autonomía su presente y su futuro.

El empleo continúa siendo el elemento central de socialización y adquisición de derechos cívicos de la ciudadanía. La realidad de nuestra juventud vasca es cruda, preocupante y representa una situación de grave vulnerabilidad, Nuestra tasa de paro juvenil el del 18,3% frente a una media del 7,4%, es decir, más del doble. La tasa de temporalidad de nuestros jóvenes es del 74,5% (la media, del 29%). Nueve de cada diez contratos son temporales. Los ingresos mensuales son de 700 euros (más del 43,5% no superan los 600 euros). Si a los bajos salarios les descontamos los gastos de acudir al trabajo y los de comida los reducimos en más de un 25%. Solamente están emancipados el 13% de los jóvenes de menos de 30 años. El 77% de los que tienen entre 25 y 29 años siguen en casa. 90.000 personas están inscritas en Etxebide solicitando vivienda. El presupuesto que destina el Gobierno vasco a vivienda no llega al 3%. Los sueldos medios anuales entre 18 y 24 años son 7.686 euros, y entre 25 y 29 años, son 13.964 euros. El precio medio de una vivienda nueva en el 2002 era de 2.243 euros el metro cuadrado, de tal manera que es condición indispensable para acceder a ella tener dos sueldos y dedicar más de 50% de los ingresos. El esfuerzo económico de comprar piso de los jóvenes vascos es el segundo más elevado de España, sólo superado por Madrid.

Decidir sobre el más allá no les asegura a los jóvenes la autonomía de sus vidas

De las 20.080 personas que han abandonado Euskadi en el 2003, el 37% eran jóvenes entre 25 y 34 años. Se puede decir que los jóvenes de hoy son la primera generación en décadas que no tiene garantizado mejorar el nivel de vida y el status de sus padres. Parece que la alternativa es la emigración para parte de los más cualificados o aceptar mayoritariamente las nuevas formas de esclavitud laboral.

El principal déficit de nuestro autogobierno, gestionado durante 25 años en exclusiva o mayoritariamente por el nacionalismo, es el de su dimensión social. Y lo mas grave es que la "razón nacionalista" ocupa la centralidad del debate político y oculta la "razón económica" que en el mundo ha sustituido a la vieja razón de Estado. Las injusticias actuales son los efectos de esa razón económica que quiere dar libertad ilimitada a las fuerzas del mercado y a los poderes económicos presentándolo como la expresión del triunfo de la libertad del individuo frente al Estado, convirtiendo la razón económica en el único principio posible de racionalidad, y exigiendo la subordinación de todas las demás razones no económicas. El nacionalismo aprovecha el darwinismo social para lanzar el mensaje de que con su hegemonía política nos trae el nuevo marco político, garantía de mayor bienestar.

En este contexto el éxito de los nacionalismos hay que situarlo en la capacidad para salvar el darwinismo social, impuesto por las políticas neoliberales, a los suyos. Para ello hay que clientalizar la política e identificar autogobierno y bienestar, corporativizar en la práctica gobierno y bienestar y alimentar la ilusión nacionalista de que mayores cuotas de poder político son sinónimo de más bienestar.

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Este mensaje de futuro dirigido a los jóvenes vascos, en la práctica va destinado a quienes en el presente representan mayoritariamente lo que Galbraith denomina "la cultura de la satisfacción", como fenómeno de legitimación electoral y social de las políticas practicadas desde el poder nacionalista. Como dice A. Sen "Se identifica la racionalidad con la maximización del propio interés". Se oculta o se anula el productivo debate entre ética y económia, entre sociedad y mercado, entre instituciones y sociedad, entre derechos individuales y derechos colectivos, ocasionándonos un autentico y desgraciado fraude cívico. La política adquiere rasgos aparentemente escatológicos, teológicos y mesiánicos, cuando en la práctica es más étnica que cívica, más excluyente que vertebradora.

Si el empleo es el motor de todo nuestro bienestar, la base de nuestro modelo social y el fundamento de nuestra ciudadanía, es preciso denunciar el absentismo político de nuestras instituciones del autogobierno en políticas de empleo. Nuestra Administración Pública Vasca abandera políticas de precariedad y temporalidad, de empleo a tiempo parcial, de subcontratación laboral, de asunción de la flexibilidad laboral como mecanismo de desregulación y de recorte de derechos, que en ningún caso generan horizontes de futuro reales para nuestros jóvenes y que se acercan más a nuevas formas de esclavitud laboral que a lo que la OIT, desde 1999 viene defendiendo como "trabajo decente". No se trata según la OIT de crear puestos de trabajo, sino que han de ser de una calidad aceptable.

En nombre del empleo no se puede hacer cualquier cosa con el trabajo: despedir, mirar para otro lado ante los riesgos laborales, implantar contratos basura, establecer excepcionalidad al principio "igual trabajo igual salario". La precariedad se está convirtiendo en un concepto opaco que no tiene visibilidad social también en Euskadi. Con políticas de subempleo se anula el derecho de los jóvenes vascos a decidir su futuro. No creo que los jóvenes vascos nacionalistas que escuchaban al lehendakari se sientan ausentes de esta amenaza. De lo contrario, me tengo que hacer las siguientes preguntas: ¿Se persigue una ciudadanía corporativa en la que una parte de la juventud vasca goce de derechos cívicos, incluido el empleo, convirtiéndose en satisfechos estructurales?, ¿La dicotomía desgraciada y continuada durante muchos años de la práctica política nacionalista que enfrenta a los "nuestros" y a los "otros", también se trata de trasladar al empleo? Si esto fuera así, el conjunto de la juventud se "apuntaría" al chollo nacionalista porque garantiza su futuro. El lehendakari está engañando a los suyos ya que decidir sobre el más allá, sobre los derechos identitarios y milenarios de nuestro pueblo no les asegura la autonomía de sus vidas, dado el déficit de políticas concretas y eficaces.

Asistimos al cansancio y hartazgo de una parte importante de la ciudadanía por la ausencia de lo que Zygmunt Bauman ha escrito "nuestro principal problema es la falta de confianza en las soluciones colectivas; la falta de liderazgo y de decisiones para mejorar el mundo realmente existente". Aplicándolo a la sociedad vasca, si queremos una Euskadi incluyente e integradora necesitamos un liderazgo político que promueva la igualdad política y social y que sitúe los intereses generales de libertades y progreso para todos por encima de cualquier reivindicación partidista. Que el lehendakari libere a nuestros jóvenes del paro, de la precariedad y del empleo sin derechos. Así sí tendrán el derecho, y no el privilegio, de decidir.

Carlos Trevilla es representante de UGT en el Consejo Económico y Social (CES) vasco

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