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Crítica:XIII BIENAL DE FLAMENCO
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Señora del cante

Y cantó Carmen Linares. Hace tiempo que no la oía, y aunque todo lo que hizo era viejo, el suceso tuvo connotaciones de nuevo. Hizo en realidad dos recitales: uno, con las canciones populares de Federico García Lorca y Manuel de Falla; otro, cante de raíz, de jondura contrastada y comprometida. En el primero, con grupo orquestal muy aquilatado además del trío de guitarras, nos salieron al paso de nuevo Los pelegrinitos, la Nana de Sevilla, Morillas de Jaén, En el Café de Chinitas, Zorongo Gitano, Paño Moruno, Anda jaleo, Los cuatro muleros y La Tarara. Como se ve, una verdadera antología de la mejor música popular española, fuertemente contrastada por múltiples versiones, que Carmen hizo con una gran autoridad. Siempre segura, consciente de la importancia que estas cancioncillas tuvieron en una etapa en que la música popular estaba en la calle y en las bocas de las gentes. Ella les dio un empaque de gran dignidad, las cantó con gusto, con propiedad. Bien secundada -extraordinariamente, en algunos casos- por el grupo orquestal y los guitarristas, les dio en ocasiones marchamo de grandes canciones.

Popular y jondo

Cante: Carmen Linares. Toque: Paco Cortés, Miguel Ángel Cortés, Miguel Ochando. Flauta: Pedro Esparza. Violín: Rafael Villanueva. Contrabajo: Julio Blasco. Percusiones: Inmaculada Crespo, Antonio Coronel. Teatro Maestranza. Sevilla, 5 de octubre.

El segundo recital fue un clásico del cante de raíz. Cante añejo en el que Carmen fue recorriendo prácticamente todas las familias del cante sobre letras igualmente populares. Nuevamente, ahora como cantaora, Carmen Linares estuvo a la altura de las circunstancias, cantando con grandeza y con jondura. La taranta es un clásico que nadie hace como ella, con su genialidad sin par. La toná y siguiriya con la cabal de Silverio le permite cubrir todos los registros con una cierta facilidad. La soleá, los tientos, los cantes abandolaos, en todo brilla sorprendentemente. Y hasta las bulerías finales le permiten un repertorio amplio y de insólitos registros.

Carmen Linares estuvo pletórica de facultades en todo momento. Es una cantaora en plenitud, que tiene conciencia de su arte. Hacía tiempo que no la oía, ya lo he dicho, pero es que hacía tiempo que no la oía tan bien, tan capaz de comunicar un sentimiento o una simple pincelada de jondura. Señorea el cante, lo domina, se queda en el punto justo donde el cante adquiere una plenitud más consistente. Está, por añadidura, bien de voz, tiene el poder de comprometer el grito o casi el susurro. Parece que la edad le sirve a Carmen de seguro contra cualquier duda, y suelta la voz con confianza, con seguridad en sí misma. Lo dicho, una gran noche de cante.

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