Una operación aplazada dos veces
Relato de cómo se gestó el golpe policial contra la cúpula de la organización terrorista
El anterior director general de la Guardia Civil, Santiago López Valdivielso, confesaba en su despedida, hace sólo unos meses, que la culminación de su paso por el instituto armado hubiera sido la detención de Mikel Antza, el fantasmagórico jefe de ETA. Los agentes del Servicio de Información le habían puesto los puntos en varias ocasiones al número uno etarra, pero ni siquiera había seguridad de que fuera él, ya que la única foto que se disponía de su cara era muy antigua. Tanto es así, que cuando los agentes que esta misma semana mantuvieron vigilada la casa de Salies-de-Béarn no tenían constancia de que Antza estuviera en ella. Hasta que lo tuvieron delante y esposado.
La operación desencadenada el domingo estuvo a punto de ser en varias ocasiones. Pero nunca estuvo tan a punto como durante el mes de agosto pasado e, incluso, la semana pasada. La Guardia Civil había logrado casar entre febrero y abril pasados el puzzle de la información sobre el aparato logístico recabada durante los últimos cuatro años gracias a la detención del jefe de ese departamento etarra, Félix Ignacio Esparza Luri, y el descubrimiento, el 4 de abril, de un taller clandestino que ETA utilizaba para la fabricación de bombas y como depósito de armas y explosivos en Saint-Michel (Francia). El objetivo era cortar las líneas de suministro y evitar a toda costa un rearme de los comandos que les facilitara cometer atentados.
Los investigadores, sobre todo los veteranísimos agentes del instituto armado que viven casi en la clandestinidad en el sur de Francia, creyeron tener la operación lista para ser lanzada en julio. Pero las esperas para detener a las piezas apetecidas se hicieron interminables y la operación no cuajó. El 15 de agosto, con la mayor parte de las viviendas ahora asaltadas localizadas, se consideró que, una vez más, era el momento. Pero tampoco. "Los que tenían que entrar no entraban", aseguraban ayer fuentes de la investigación.
¿Se esperaba que entrasen Mikel Antza y Soledad Iparragirre, Anboto? "No, no se esperaba que estuviesen", insisten las fuentes consultadas, que subrayan que la imagen que tienen de Antza es la de su carné de identidad, de antes de 1985. "Con esa imagen, hasta que no lo tengas delante y muy cerca es muy difícil saber si es él", agregan.
La Guardia Civil creyó tener la operación a punto, por segunda vez en este año, hace algo más de una semana. El dispositivo fue prácticamente montado, pero, al final, tampoco se consideró que estaba suficientemente madura la vigilancia. Hasta este sábado.
La plana mayor del Ministerio del Interior y del instituto armado se habían desplazado a Zaragoza para participar en los actos de la patrona de la Guardia Civil. En la misma planta de un hotel estaban todos alojados. Todos se acostaron esperando al alba, a sabiendas de que 150 agentes franceses y una decena de guardias civiles estaban velando armas para el asalto simultáneo a seis casas. A primeras horas del domingo, comenzó el baile. La detención del camionero Pedro María Alcantarilla abrió un nuevo objetivo.
Las llamadas al coordinador de la operación en España de sus agentes en Francia levantó un revuelo en Zaragoza y Madrid. "¡Han caído Mikel Antza y Anboto!", le cantaron por el teléfono móvil. Estaban seguros, porque tanto el observador de la Guardia Civil que entró en la casa de Salies-de-Béarn como el jefe del equipo de investigación francés los habían reconocido cuando los tuvieron frente a frente.
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