Irak se asoma al abismo
Año y medio después de la caída de Bagdad, los iraquíes afrontan el futuro con enormes divisiones
En los partes militares de Estados Unidos se califican a sí mismos de fuerzas de la coalición o multinacionales, pero la calle iraquí los llama ocupantes. Casi 18 meses después de la caída televisada de la estatua de Sadam Husein en la plaza del Paraíso de Bagdad -que los generales norteamericanos creyeron que era el símbolo del final de su guerra cuando era en realidad el comienzo de otra sin reglas definidas-, Irak parece dirigirse hacia el abismo.
No sólo es la violencia cotidiana del coche suicida, el bombardeo de la aviación y las granadas de mortero que se ha cobrado la vida de 365 civiles en septiembre; ni siquiera en el envalentonamiento de una insurgencia que controla parte del país. El problema está, a juicio del profesor Wamid Nadmi, en el mismo proceso político. "Vinieron sin un plan para el día después y el actual es pésimo: genera una división artificial. Si les gusta tanto repartir el poder por cuotas entre etnias y religiones, les recomiendo que antes lo prueben en su país. Lo que necesitamos aquí es un Gobierno de los mejores, sin pensar en suníes, chiíes o kurdos; un sistema de ciudadanos con igualdad de derechos y obligaciones".
"Éste es un Gobierno marioneta; han cambiado los nombres, pero poco la realidad"
Cuando el enviado de la ONU, Lakhdar Brahimi, estuvo en Irak para diseñar el Gobierno interino, Wadmi (un suní laico) y otros intelectuales le sugirieron un nombre para ocupar la presidencia: el chií Naje Taleb, uno de los jóvenes oficiales nacionalistas que derrocaron a rey Faisal II en 1958. "Hubiera sido muy inteligente conectar con el periodo del general Abd al Karim Qasen, pues se le recuerda con respeto. Pero me temo que a Bahimi le hicieron la lista los americanos", dice el profesor. El palacio de los sultanes otomanos en Estambul estaba dividido en tres zonas: interior, intermedia y exterior. En la cultura política árabe, el Gobierno equivale a domar el caballo y la autoridad se encuentra en el centro. La posición del individuo en la sociedad la determina su proximidad física a ese centro que tantos beneficios otorga a familiares, clanes y tribus. Los que se hallan lejos son extremistas. En Occidente, el símbolo del Gobierno es el timón y no existe ese eje horizontal: el poder se sitúa siempre arriba y las revoluciones llegan desde abajo.
El califa abasí Al Mansur situó su capital en Bagdad porque era el centro del mundo árabe. Mandó quemar diez kilómetros a la redonda para levantar allí una ciudad circular y un palacio en el medio; así todos estarían a la misma distancia. En el Irak actual, el centro lo ocupa EE UU, y la zona intermedia, donde se situaban los altos secretarios otomanos que filtraban el acceso al interior, se asientan los seis partidos cooptados por los norteamericanos, procedentes del exilio. El resto sobrevive en el mundo exterior.
"Vivimos una guerra civil de baja intensidad en la que los grupos que han quedado apartados luchan por conquistar ese poder. Los ejemplos son el triángulo suní y el clérigo chií Múqtada al Sáder. No es el conflicto que muchos temen entre kurdos, chiíes y árabes suníes", dice una fuente diplomática. "EE UU fue a la guerra con la falsedad de las armas de destrucción masiva y ahora simplifica tanto la realidad que ha creado otra mentira: el combate contra el terrorismo de Al Qaeda", afirma un político que prefiere mantener el anonimato. Hay un dato revelador: en los tres meses previos a la ceremonia de entrega de la soberanía, el pasado 28 de junio, detuvieron a 3.800 sospechosos; de ellos, sólo 50 extranjeros.
Muzana Harez al Dari, portavoz del Consejo de los Ulemas, una institución religiosa suní que media en secuestros y es contraria al Gobierno pronorteamericano de Alaui, no está de acuerdo: "No se trata de una guerra entre los que tienen el poder y aquellos que lo han perdido; la insurgencia lucha contra una ocupación y mientras ésta continúe habrá violencia". Noh al Robai, alto responsable del Partido Comunista de Irak, que en los años del general Qasen fue la principal fuerza política del país, cree que el gran error fue no devolver la soberanía real al principio: "Todo hubiera sido más fácil. Cuanto más se prolongue la estancia de los americanos más se extenderá la resistencia. Estamos metidos en la boca el león".
"Éste es un Gobierno marioneta; han cambiado los nombres, pero poco la realidad", afirma Taher Masri, que fuera primer ministro de Jordania en 1991. "No creo en las teorías conspirativas, pero resulta difícil convencerse de que los americanos puedan ser tan estúpidos como para cometer tantas torpezas, sobre todo la de disolver el Ejército. Paul Wolfowitz y los otros neoconservadores mantienen desde 1996 que para controlar Irán primero hay que conquistar Irak. Un Irak debilitado permitirá dominar después Siria y Arabia Saudí. No se trata sólo del control del petróleo para retrasar en 30 o 40 años la aparición de otra superpotencia, como Europa o China; éste es un dominio que se ejerce en beneficio de Israel. Si quieren resolver el problema de Oriente Próximo hay que solucionar antes el conflicto israelo-palestino".
La escritora iraquí Lutfia al Dulaimi lo explica con una metáfora: "América viaja en un tren a gran velocidad y no tiene tiempo para mirar a los lados". Y añade: "Hubiera sido mejor un golpe que una guerra. Fue un error dejar fuera a la ONU y a los países europeos. América actúa como un nuevo califato, pero los antiguos califas escuchaban a la gente y resolvían sus problemas".
"Después de las guerras y del embargo, éste es un país en malas condiciones para tener esperanza". Nadmi cree que no sólo existe una incapacidad para comprender la distribución espacial del poder; también hay un problema de tiempo: "Ellos tienen prisa; funcionan en periodos electorales; los iraquíes, no; estamos habituados a la paciencia". El diplomático apunta: "Tras los primeros atentados, los norteamericanos dijeron que el tiempo corría a su favor; un año después sabemos que es justo lo contrario".
"El asunto central es que aún no saben cuáles son las prioridades del pueblo -seguridad, paro, electricidad y fin de la ocupación-, sólo se ocupan de las suyas. El primer ministro interino, [Iyad] Alaui, pareció entenderlo en las primeras semanas: lanzó en julio una operación contra el crimen organizado y tomó medidas contra el desempleo, pero después llegó la crisis de Nayaf y ahora está sin norte", añade el profesor Nadmi.
El general Mohamed al Aisskire dirigió una unidad de comandos en el régimen anterior; ahora se gana la vida como analista de la televisión Al Arabiya. "Han cometido muchas equivocaciones, pero la mayor fue disolver el Ejército por orden de [Paul] Bremer [ex gobernador de EE UU en Irak]. Nunca entendió que desde la creación de este país, las Fuerzas Armadas han sido la institución garante de la seguridad y de la unidad. Al deshacerla, suprimió el Estado".
Este militar, que ha rechazado ofertas del Gobierno interino y de la insurgencia -"no he sido formado para matar civiles", afirma-, sostiene que esa decisión fue, además, un error táctico: "Mandaron al paro a 500.000 hombres armados y con experiencia. ¿Creen que están en sus casas viendo pasar los carros de combate americanos por sus calles y por encima de sus corazones? Muchos militares odiaban a Sadam y a su pandilla. ¿Por qué creen que apenas hubo lucha en la guerra? Esperábamos otra cosa de los americanos".
Irak esconde decenas de miles de asesinados enterrados en fosas comunes. Después del fiasco de las armas de destrucción masiva, los derechos humanos (el segundo motivo) no ocupan un lugar prioritario; tampoco la búsqueda de los restos para devolvérselos a las familias. Abed al Fatah al Edrise, subdirector de la Asociación de Presos y Desaparecidos, tiene documentados 220.000 casos y sigue investigando sin ayuda oficial. "Llevamos el resultado del trabajo al Gobierno interino, pero no nos hizo caso; sólo promesas de crear una oficina y pagar indemnizaciones. Y cuando hemos querido investigar la situación de los presos después de abril de 2003, los americanos nos dijeron que ése no era asunto de una ONG iraquí".
En Washington sobrevuela el fantasma de Vietnam y la sensación de que están atrapados en una ratonera, y en Bagdad se teme una libanización (guerra entre comunidades), pero entre diplomáticos prefieren hablar de afganización: un Gobierno débil que controla la capital y una insurgencia creciente, al estilo de los talibanes y los señores de la guerra, que domina el resto del país. "Empiezo a pensar que la solución a este desastre pasa por una retirada de las tropas norteamericanas", dice otro diplomático. "Si se van de Irak habrá caos, pero si se quedan más tiempo, ese caos será mayor".
"EE UU, después de la tragedia del 11-S, se siente vulnerable en su propio territorio", dice el político. Bush cree que la guerra en Irak servirá de anzuelo, de campo de batalla para los grupos radicales que odian a EE UU y está dispuesto a pagar un precio en soldados. Así mantiene la guerra lejos de sus fronteras. Me temo que ésta será la constante que dominará el siglo XXI".
Un consultor que asesora a empresas europeas en Irak dice: "La guerra se hizo por petróleo y por razones estratégicas. En la Casa Blanca sueñan con remodelar el mapa político de la zona, pero la contradicción es que los motivos estratégicos son incompatibles con la democracia". ¿Es Ayad Alaui el hombre? La escritora Al Duleime afirma que ha fracasado porque la inseguridad es mayor. El diplomático sostiene que la hora de Alaui ha llegado demasiado pronto y le compara con Nuri al Said, primer ministro de la monarquía que acabó asesinado. El jordano Masri es pesimista: "Veremos pasar muchas cosas y muchas caras antes de que se pacifique Irak, y cuando ese día llegue habrá, posiblemente, otro dictador".
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