Ahora
La televisión saudí está celebrando por todo lo alto los fastos de la Dinastía, y la verdad es que lamentaré perderme lo que aún queda de peloteo organizado en grandes platós tipo Broadway pero con muchos petrodólares y un indescriptible elenco exclusivamente masculino, envuelto en los ropajes y avíos propios de cada tribu (alfanjes en alto), cantando las grandezas del régimen mientras levanta el piernamen como el cuerpo de coristas del Radio City Music Hall. He seguido éste y otros eventos gracias a la televisión por cable, desde la habitación de mi hotel de Beirut. Al Yazira y Al Arabiya me surtían de la información político/sanguinaria más fiable, Euronews hablaba de la Furia de la Curia ante los Presupuestos, y hoy (ayer para ustedes) me daban un emocionante desayuno con la liberación por rescate de las dos Simonas. TVE se repartía entre buenos telediarios y una programación todavía rancia y folclórica.
Vuelvo, aunque la distancia ya no es el olvido. A quién se lo van a decir: vi parte de la Epístola de José María a los Georgios, y no sé cómo han podido compararle con otros: imitaba el acento de Bush Jr. con fascinante precisión. Se notaba que había estado trabajando en ello.
Ahora mismo, mientras escribo, en esta mañana de septiembre en Beirut, contemplo imágenes del congreso del Partido Laborista reunido en torno a Tony Bleeeer, y sigo preguntándome por qué sonríe, y por qué baila su señora. "¡Sus manos están manchadas de sangre!", les gritó un hombre desde la tribuna. Pero no importa. Dormirán en paz. El lema de su congreso es "A better life for all". Leyéndolo desde lejos, creí que ponía lie (mentira) en vez de life (vida) y se me pusieron los más recios vellos de punta.
Duermen en paz todos los tratantes de la guerra, aquellos que creían que "por el simple ejercicio de nuestra voluntad podemos ejercer un poder para el bien prácticamente ilimitado" (Joseph Conrad en El corazón de las tinieblas, Lumen, traducción de Sergio Pitol) y otras zarandajas del colonialismo.
Sin saber que el inexorable paso del tiempo les colocará "en el cajón de basura del progreso, entre todos los gatos muertos de la civilización", como también escribió Conrad, en su alta sabiduría.
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