Maragall propone que el nuevo Estatut "arrastre" la reforma de la Constitución
El tripartito quiere mostrar su cohesión dando un papel preferente al 'conseller en cap'
Ni café para todos, ni ¡viva Cartagena! El presidente de la Generalitat, Pasqual Maragall, quiso ayer subrayar que, a su juicio, Cataluña precisa un trato diferenciado y que la Constitución debe remachar el clavo reconociéndola como nacionalidad histórica, desde el encaje en España. En sus intervenciones durante el segundo día del debate de política general en el Parlament, Maragall se movió entre las peticiones de sus socios de gobierno independentistas -Esquerra Republicana- para relativizar la dependencia de España, y los mimos al PP, para que se sume al consenso sobre autogobierno. "El Estatut debe arrastrar la Constitución para evitar quedar desvirtuado", sentenció el presidente catalán.
Con su intervención, Maragall perfiló más su visión del encaje de Cataluña en España, y lo hizo precisamente respondiendo a los dos grupos nacionalistas de la Cámara: Convergència i Unió y Esquerra Republicana. El tono fue lógicamente distinto: CiU es el principal grupo de la oposición y ERC el segundo partido en importancia del tripartito, así como la formación que dio la presidencia de la Generalitat por primera vez a un socialista. Además, los republicanos, cuya intervención de ayer corrió a cargo de Josep Lluís Carod Rovira, no se salieron del guión del pacto del Tinell -que dio a luz al tripartito-, mientras que los convergentes lucieron sus mejores plumajes nacionalistas para intentar urgar en las contradicciones y tratar de evidenciar que el Gobierno catalán depende de Madrid. En esa misma línea, CiU presentará hoy una serie de propuestas de resolución en las que pide la inclusión del modelo de financiación en el nuevo Estatut, urgir traspasos de competencias, la publicación de las balanzas fiscales y la supresión de la tasa sobre los hidrocarburos destinada por el Gobierno catalán a paliar el déficit de la sanidad.
Ante esa oposición frontal planteada por CiU, Maragall optó por ignorar al convergente Artur Mas -que presentó un discurso bien trenzado-, para dar, una vez más, los laureles de opositor preferente al líder de los populares catalanes, el ex ministro Josep Piqué, que ayer se presentó con una preparada intervención. El tripartito utilizó a Convergència para dar fe de cohesión. El conseller en cap, el republicano Josep Bargalló, fue el encargado de responder al duro ataque de Mas, en un cierre de filas que también quiso poner de relieve el portavoz del PSC, Miquel Iceta, al referirse a Bargalló como "mi conseller en cap." Iceta se congratuló de la solidez del Gobierno, aunque exigió el cumplimiento de los programas sociales. Maragall se sumó a la solidaridad interpartidaria, al tiempo que se mostró displicente con CiU . El presidente no mantuvo ese tono en sus respuestas a los demás grupos. Ante la afirmación de Carod de que si Cataluña es una nación -como dijo anteayer el presidente- "no debe pedir permiso ni aceptar tutelas", Maragall afirmó: "Sabemos lo que queremos, pero para conseguirlo se requiere convicción, persuasión y capacidad de arrastrar a los demás hacia nuestra razón, en España o en Europa".
El presidente perfiló esa Cataluña que, a su juicio, debe huir del llamado café para todos autonómico. "Hemos de evitar que nos enreden y que el Estado permita a Cataluña hacer lo que quiera para equipararla luego al resto de las autonomías con lo que la especificidad catalana quedaría diluída en una especie de ¡viva Cartagena! [eslogan cantonalista que nació en la eclosión federalista de la I República Española (1873-1874)]", dijo Maragall.
"El Estatut es muy importante; aquí hemos de decidir lo que somos y lo que queremos ser, cómo queremos gobernarnos, pero también necesitamos de una Constitución que remache el clavo de lo que nosotros decidamos", concluyó el presidente.
Amores y desamores de hemiciclo
La jornada parlamentaria de ayer, segundo día del debate de política general, evidenció los amores y desamores de los jefes de filas parlamentarios. Maragall fue displicente con un Artur Mas que se erigió desagradable martillo para el tripartito. Al término de tanto desamor, un paseo conjunto desde el hemiciclo al despacho del presidente de la Generalitat y 20 minutos de conversación resultaron balsámicos.
Por la tarde, Maragall y el republicano Josep Lluís Carod se esforzaron por escenificar una cordialidad obligada por su condición de aliados. Después, sin embargo, a Maragall se le escapó un piropo al popular Josep Piqué: indicó que con su intervención "ha elevado el tono del debate". Tras estas palabras, Carod abandonó el hemiciclo.
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