_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Sólo la gente

Me hablaban hace unos días de un sketch en Vaya semanita de ETB-2 que parodiaba la ininterrumpida presencia del PNV en el Gobierno. Más o menos, pues ni lo vi ni me lo detallaron, la cosa iba así. Gobierno de España: 1976, actor con traje; 1982, mismo actor con chaqueta de pana; 1996, personaje con gomina; 2004, pelo suelto y actor descorbatado. Gobierno de Euskadi: plano tras plano, año tras año, actor con jersey a la espalda y nudo en pecho. Al final, él mismo hacía un gesto de suficiencia y asombro. Parodias aparte -muy bien traída por lo demás-, la falta de relevo en los gobiernos de sistemas parlamentarios genera a medio plazo, si no el derrumbe de la democracia (estamos en España y en Europa), sí su encanallamiento. La democracia es como la naturaleza: o se regenera o degenera. La cultura democrática necesita ser alimentada sin cesar. En sus usos, desde luego. Pero, especialmente, en sus piezas clave.

Una de ellas es, por esencia, su sistema normativo básico. No es cosa de manosearlo mucho. Pero no es mala idea que cada veinte o treinta años se abra un debate público a partir de un grupo de líderes políticos, expertos constitucionalistas y ciudadanos informados que evalúe el estado de cosas. Máxime cuando aquí venimos de una Transición difícil y avanzamos hacia una Unión Europea cada vez más compleja. En ello se está con la Constitución de 1978. Notarán ustedes que se percibe hasta un discreto optimismo en la vida pública; las aguas se renuevan, existe la sensación de que es posible el debate, rectificar viejos errores, eliminar irritantes obstáculos, incorporar nuevos instrumentos.

Llevaba razón Ibarretxe cuando propuso una posible actualización del Estatuto ("ya son veinte años..."); y nos equivocábamos quienes entonces mantuvimos un gesto rigorista. Otra cosa es lo que luego ha hecho; parece que tuviera de asesor al llorado Hergé y quisiera hacer del nuestro un país de aquéllos que visitaba Tintín. Pero eso es cosa ya manoseada. Ahora los socialistas se han puesto a la tarea. Veremos lo que da de sí.

Otra pieza clave para la salud de una democracia es la alternancia en el gobierno. Hasta el punto que, puestos a decir una boutade, Ibarretxe, tan entregado él al país "desde que se levanta", debiera hacer tongo y dejarse ganar por el bien de éste. Veinticinco años, desde su fundación, en el gobierno, genera lazos de clientela, corrupciones varias, esclerosis múltiple y marionetas como presidentes de Parlamento (Atutxa, quién te ha visto y quién te ve). Naturalmente, descartado el tongo, ésa es la tarea de una oposición solvente.

Oía hace unos días que el relevo no se produciría hasta que dejáramos de sentir a nuestro alrededor el hedor a sangre y suciedad. Según esta idea, el PNV lo iba a capitalizar. Y eso, como diría Diderot, está escrito allí arriba. La inmunda pezuña lo condicionaba todo. Creo que se trata de una idea equivocada.He hecho números, que no repetiré aquí. Pero sí me interesa hablar de los nichos en los que, a mi modo de ver, debe empeñarse una oposición ambiciosa (y aquellos otros que están ya trillados). Por descontado, un pequeño sector nacionalista descorazonado. También, grupos de izquierda que votaron Madrazo sin conocerle. Ahora saben de su política de vivienda o sobre lo hecho con las víctimas de la guerra. Y, sobre todo, conocen al personaje.

Pero, donde se encuentra el gran nicho de voto es en la gente corriente (donde, por cierto, recolecta muchos votos Ibarretxe). Quien quiera que aspire a gobernar, debe olvidarse de plataformas de notables y famosos (éstos están más que trabajados y posicionados) y dirigirse a la gente: al aldeano, a la cajera de Sabeco, al director de una sucursal de banco. A quienes tienen que llegar a fin de mes o soñar con unas estupendas vacaciones en Navidad. A ésos, y no a sectores significados. Mostrarse como uno más, con sus preocupaciones, y tan del país como el que más. María San Gil tiene aspecto de ir a comprar al mercado, pero Patxi López tiene un perfil de político profesional, muy profesional. Debiera dejarse ver animando al Athletic o paseando en alpargatas.

Y, naturalmente, los números mandan, tras las elecciones será siempre necesario hacer alta política de alianzas. Estamos de campaña.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_