Reconvertirnos todos
La crisis de los astilleros, la deslocalización de empresas, la quema de almacenes chinos o la multiplicación de pateras de inmigrantes son algunos de los puntos por los que está reventando el mismo problema. Sólo una visión global del mismo, renunciando a su enfoque parcial, sesgado, nos permitiría resolverlo; pero
hay resistencia a encuadrar los hechos en su contexto, porque nos obligaría a actuar de otro modo. Conocemos la raíz del problema mejor que muchos otros europeos, porque hasta ayer mismo fuimos nosotros los emigrantes y los que inundábamos el mercado mundial con productos más baratos por nuestros bajos salarios y menosprecio del medio ambiente -desde el calzado hasta los automóviles-, e incluso los que padecimos la quema o destrucción de nuestros productos agrícolas, etcétera. Resulta, pues, muy cínico hablar ahora de 'competencia desleal' de los países menos ricos, cuando hasta ayer noche nosotros practicamos la misma política y cuando nuestra riqueza, como la europea y la norteamericana, está basada en gran parte en este comercio ventajista con el resto del mundo. Por supuesto, nuestro Estado debe ayudar a los sectores españoles afectados por este incipiente y aún mínimo reequilibrio del comercio mundial, ya que todos nos hemos aprovechado de las circunstancias que favorecieron el que nuestro nivel de vida fuera tan unilateral e indebidamente alto respecto al conjunto de los países. Si no por justicia, al menos por pura conveniencia, para evitar mayores males, todos los habitantes del Norte debemos orientar nuestra economía, nuestro consumo, nuestra cultura en una palabra, hacia una reconversión que haga un mundo algo más equitativo, lo que nos permitirá que sea también mucho más seguro y saludable.
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