"Las discusiones sobre razas y géneros son para el zoológico"
Eva Yerbabuena (Francfort, 1970) vive probablemente su mejor etapa profesional. Acaba de estrenar
en la Bienal de Sevilla con un éxito rotundo su nuevo espectáculo, A cuatro voces, basado en poemas de Vicente Aleixandre, Miguel Hernández, Blas de Otero y Federico García Lorca; y la semana próxima se va a Alemania, el país donde nació y pasó sus primeros 15 días de vida (es hija de emigrantes), para bailar, el día 4, invitada por Pina Bausch, en una fiesta de estrellas internacionales de la danza con Sylvie Guillem, Vladímir Malakhov, Ana Laguna y otros 15 bailarines de todo el mundo. Düsseldorf es el nuevo reto de esta artista exquisita y desgarrada, llena de inquietudes y en búsqueda permanente. Sobre todo porque esta vez no sólo va a bailar flamenco. Aparte de su excepcional creación por soleá, Eva hará en Alemania una pieza contemporánea firmada por su amiga y maestra Pina Bausch. "Pina es corazón cien por cien", dice. "Ella me ha enseñado a pensar en voz alta, y gracias a ella sé que el escenario es el templo de la libertad, el sitio donde sientes, vives y dices lo que tú quieres".
"Pina Bausch tiene la pócima para controlar la técnica y dejarse llevar. ¡Y eso es tan difícil!".
Pregunta. Parece que ha vuelto a montarla en Sevilla.
Respuesta. Nunca he tenido una satisfacción así. Estoy más contenta que con todo lo anterior. Al principio eres inconsciente y arriesgas coreografiando y dirigiendo cosas que quizá no debes. Luego te das cuenta de que el tiempo es el mejor maestro, de que vivir es imprescindible para ser artista. Sin escuchar, ver y sentir no hay crecimiento posible.
P. Y ahora vuelve con Pina Bausch.
R. ¡Otro desafío para no aburrirme! Es la tercera vez que voy, pero esta vez es distinto. Ditta Miranda Jasjfi, su bailarina tailandesa, hace un martinete con bata de cola y yo bailo una pieza reciente de Pina que se titula Nefés y es de inspiración turca. No será fácil, pero si Pina tiene algo maravilloso es esa convicción de que todo es posible en un escenario. Y, por otra parte, ella es tan profunda como el flamenco, todo lo que hace es tan terrenal, sale tan de dentro y te hace pensar tanto...
P. ¿Bailará ella también?
R. No lo sé, yo la vi hace unos meses en París y fue una experiencia impresionante. No es sólo la técnica, ella tiene la pócima para controlar la técnica y dejarse llevar. ¡Y eso es tan difícil! Bailó sólo tres minutos, pero te quedas en el patio de butacas para los restos. Necesitas una hora para poder describirlo. ¿Cómo se puede dar tanto con esa sencillez y esa sutileza tan grandes? Eso sólo lo entiendes cuando estás con ella: tiene todos los sentidos abiertos, alerta.
P. Así que para ser artista hay que serlo también en la calle.
R. Claro, el trasfondo del artista es la persona que hay detrás. Mis padres me inculcaron eso desde pequeña. Me enseñaron a ser lo más humilde posible. Si no hay persona, no hay artista. Cuando conocí a Pina yo pensaba que la libertad no existía, que era sólo una palabra. Ahora sé que la libertad es pisar un escenario y expresar lo que sientes. Ahí no hay barreras ni condiciones. El escenario es sólo un espacio, si alargas la mano buscando la libertad, no la encuentras. La libertad está dentro de uno mismo.
P. ¿Cómo está evolucionando el flamenco? ¿Cree que sigue el camino de esa libertad?
R. Hay una búsqueda muy intensa y evidente en nuestra generación de nuevos caminos. Se intenta incluso acercar el flamenco a los niños, que es lo más difícil del mundo. Pero lo importante es intentarlo. Contar un cuento con el flamenco... A veces se consigue, otras veces se mezclan cosas imposibles... El que no se equivoca es el que se queda en casa.
P. Se diría que cada vez hay más propuestas y más público, y también más confusión.
R. Desde luego, hay muchos jóvenes en los teatros y eso te pone las pilas. Si entran 2.000 personas y muchos son jóvenes, nos podemos dar con un canto en los dientes. Pero a la vez hay que tratar de no perder los principios, las raíces. Cuando uno dice que es flamenco hasta cuando duerme, ¿por qué un cantaor va a tener que estar sentado en una silla en vez de andando por el escenario? Sin olvidar a la generación de los maestros, teniéndolos bien presentes, hay muchas cosas nuevas que contar y que hacer.
P. Al fin y al cabo, es un arte muy joven, aunque la expresión suene a veces primitiva.
R. Claro, por eso mismo los flamencos tenemos que ser cómplices y no enemigos: hay que ganar tiempo, no perderlo en discusiones absurdas sobre razas, géneros, purezas. Eso es para los zoológicos. Ahora, si das un paso, que sea fuerte. Las figuras de más peso tienen que mojarse, poner los puntos sobre las íes, ayudar a quitarnos el miedo. Esto es un arte, una cosa libre, sí, pero a la vez un oficio de profesionales y de creadores. Cuando llegas a un teatro y oyes "uuuy, ya están aquí los flamenquitos", será por algo. No lo dirán en vano... Eso se tiene que acabar. Antes de nosotros estaban La Argentinita, Antonio Ruiz, Gades... ¿Dónde está su ejemplo?
P. ¿Falta profesionalidad?
R. Si te dijera que no, me engañaría a mí misma. Hacen falta directores de escena, técnicos de sonido, de luces... Hay que rodearse de los mejores en todo, y si son mejores que tú, mejor. Cobrar un kilo y llevárselo calentito ahorrando en luz y sonido es muy fácil. Pero a la vez muy estúpido. Si tú no inviertes en tu propio trabajo, ¿quién invierte? Lo cual, por cierto, no justifica en absoluto que el flamenco, que es una cultura muy rica y muy importante, esté vetado en los mejores teatros. ¿Por qué no hay más flamenco en el Real?
Babelia
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