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Columna
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La ciudad

Han cambiado de lugar lo que queda de la estatua de Mozart de Rolando Campos y me alegro porque junto al Maestranza está más protegida contra el vandalismo. Algo parecido se podría hacer con la estatua de Chillida para rescatarla del olvido y el maltrato.

Hay a quien le molesta el protagonismo de las estatuas o de cualquier otra cosa a la que se le supone valor porque sí, quizá o porque el único valor debería ser el suyo, porque vaya cosa fea que hay aquí, tío, se lo voy a escribir en el centro para que se entere; o qué zapato tan chulo de bronce, me lo llevo de recuerdo, porque paso de todo, tío, porque todo esto es una mierda y yo no apruebo o no tengo trabajo o nadie sabe ni le importa en la miseria que vivo. Eso es así y ya lo conocemos y como no encontramos una solución a corto plazo -a largo plazo sería la educación- tendremos que proteger la ciudad dentro de lo posible y lo sensato.

Pero creo que hay que pensar en la mayoría de ciudadanos que a lo mejor estamos dispuestos a interesarnos y participar en la ciudad. Porque la capacidad existe, no hay más que ver lo que sabe tanta gente sobre la Semana Santa, por ejemplo, que yo algunas veces creo que se están quedando conmigo, y me encantaría ver esos mismos concursos y esa sabiduría pero sobre los rincones de Sevilla. Bueno, pues para aprovechar esa capacidad habría que entusiasmarnos explicándonos lo que se hace en Sevilla, lo que se pone, lo que se quita, lo que se arregla y lo que se decide -el PGOU sin ir más lejos-. Es un modo de implicarnos. Porque hay cosas que vemos cuando nos las tropezamos, como ocurre con un pavimento o una calle nueva, un árbol menos o un árbol más, aparcamientos, edificios, parques, los enormes túneles que cavan para el metro y que nos hacen gastar más tiempo y gasolina, o los restos de la antigua ciudad que aparecen cada vez que se excava en la zona antigua. De otras cosas nos enteramos por las diferentes opiniones de los medios, pero con la sensación de que todo nos llega decidido y por eso a veces procuramos no entrar en la polémica y evitarnos una irritación. A lo mejor resulta que somos unos ciudadanos de primera dispuestos a mejorar la ciudad y a sentirla como nuestra.

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