Barcelona desentierra la tasa turística
Londres y El Cairo estudian también gravámenes que ya utilizan ciudades como París, Amsterdam y Nueva York
Esclavo del modelo de sol y playa y ante un estancamiento que se ha hecho aún más patente este verano, todas las miradas del sector turístico confluyen ahora en Barcelona. La capital catalana y Bilbao son las dos ciudades más admiradas por hoteleros españoles y los expertos del sector por sus recientes transformaciones urbanísticas, que las acercan a un turismo de mayor calidad al abrigo del modernismo de Gaudí y la vanguardia del museo Guggenheim. Pero Barcelona es hoy también la diana de las iras de los hoteleros. La razón: ha desenterrado el viejo anhelo de establecer una tasa turística de un euro por pernoctación para frenar los efectos de la presión turística en la vida cotidiana de los ciudadanos. "La tasa la aplican ya París, Nueva York y San Francisco sin que haya repercutido negativamente en la demanda", argumenta el concejal de Turismo de Barcelona, Jordi Portabella. "No existe en Roma, ni en Londres, ni en miles de ciudades del mundo, ni por supuesto en ninguna otra ciudad española", según los hoteleros, que recuerdan con ahínco la fallida ecotasa balear para justificar su rechazo.
El sector hotelero y la patronal CEOE rechazan de plano el nuevo gravamen
Egipto ha aprobado ya una tasa similar que entró en vigor el pasado mes de mayo
Con 10 millones de pernoctaciones anuales y un floreciente negocio de servicios turísticos y restauración, el proyecto del Consistorio -gobernado por el PSC, ERC e ICV, la misma correlación de fuerzas que en el Gobierno catalán- se basa en establecer una tasa finalista de un euro por persona y día consensuada con los hoteleros, que revierta "íntegramente" en la promoción y los servicios turísticos, según Portabella. "La tasa", sostiene, "tiene un elemento psicológico de compensación para los ciudadanos, que ven cómo los turistas utilizan los servicios sin pagar por ellos".
La reacción del sector es de negativa categórica. Aunque en privado los hoteleros no se niegan a negociar. El revuelo es mayúsculo, y no sólo en Cataluña. El presidente del Consejo de Turismo de la patronal CEOE, Gonzalo Pascual, asegura que la aplicación de la tasa es "un disparate" que coarta el desarrollo del sector. Para el Gremio de Hoteles de Barcelona, su aplicación "resta competitividad a la ciudad, es discriminatoria y llega en un momento inoportuno", en palabras de se presidente, Jordi Clos.
Los hoteleros justifican la inoportunidad por el incremento del número de camas de hotel en Barcelona durante los últimos años, además de los proyectos que están en marcha. "Es el momento de consolidar las cifras de ocupación hotelera, en torno al 75%, para consolidar ese gran crecimiento", explica Joan Molas, presidente de la Confederación de Hostelería de Cataluña. "Y no de dificultar ese proceso", apostilla. En público, los empresarios cierran filas, aunque el sector no se niega a negociar una proyecto que el Ayuntamiento de Barcelona ha puesto sobre la mesa en varias ocasiones en los dos últimos años. Tampoco los profesionales de ciudades que compiten con Barcelona, como Madrid, son favorables: "La tasa perjudica gravemente a Barcelona como destino. Pero también supone una amenaza para otras zonas si los ayuntamientos deciden poner en marcha medidas similares", según el presidente de la Asociación de Empresarios Hoteleros de Madrid, Jesús Gatell.
El principal argumento del Consistorio a favor de la tasa -las incomodidades de la ciudadanía derivadas de la presión turística- es, precisamente, el más atacado por el sector. "El turismo es un negocio transversal, que no sólo beneficia a los hoteleros. Los ciudadanos asumen las ventajas, pero también deben asumir sus inconvenientes", dice Martí Sabrià, gerente de la Unión de Empresarios Turísticos de la Costa Brava. "Portabella demoniza el turismo cuando lo relaciona sólo con sus efectos negativos", remacha.
En el trasfondo de la tasa que propone Barcelona hay un problema de financiación. Así lo entienden los expertos, que señalan objetivos similares en las principales ciudades del mundo que gravan a los turistas con tasas: París, Nueva York, San Francisco, Tokio y Montreal, entre otras. Londres estudia una tasa similar, de dos libras (3,6 euros) por pernoctación. Y hasta destinos emergentes, como Egipto -uno de los grandes competidores del sol y playa español-, han implementado este tipo de figuras tributarias, con un gravamen que entró en vigor en mayo.
Los analistas del sector no sólo no se oponen a la propuesta, sino que animan incluso el debate, con el argumento de que la multiplicación de visitantes en Barcelona ha disparado también el coste de los servicios generales que utilizan. Enrique López, director de la escuela universitaria de turismo de Esade, reclama que los turistas "compartan el coste de utilización de la ciudad", aunque asegura que sólo es viable "con el consenso total del sector". Para el consultor Domènec Biosca, "hay otras soluciones fiscales para incrementar los ingresos de los ayuntamientos".
El Gobierno catalán no ha dado muestras de apoyo al Ayuntamiento de Barcelona, aunque prepara un estudio al respecto. Los analistas consultados se decantan por una tasa autonómica finalista destinada a la promoción y a la mejora de servicios turísticos como la seguridad, la limpieza, el medio ambiente y las infraestructuras. Uno de ellos propone, además, la creación de un fondo de gestión mixta -pública y privada- en el que la Administración aporte ingresos en función de la recaudación. Aunque la aplicación de la tasa está aún muy verde, la filosofía no parece desagradar al Ejecutivo catalán. El presidente de la Generalitat, Pasqual Maragall ha propuesto un gravamen destinado a la compra de viviendas con una finalidad similar: preservarlo de la especulación e invertir en las infraestructuras de la zona.
Experiencias abortadas
Más allá de la recaudación, una tasa o un impuesto provocan siempre una caída de la demanda. Pero, en ocasiones, una menor demanda -de más calidad- es precisamente lo que se persigue.
La tasse de séjour (tasa de estancia) francesa empezó a aplicarse en la primera mitad del siglo pasado para proteger algunas de las áreas perjudicadas por el impacto del turismo. Se trata de un modelo de éxito imitado en otros lugares con distintas figuras tributarias. De Baleares a Nueva York, algunos fracasos han sido sonados.
- Ecotasa balear. El impuesto medioambiental -un euro por pernoctación- aprobado por el Gobierno socialista balear se puso en marcha en 2002 y fue retirado al año siguiente, tras el cambio de color político, por el Ejecutivo del PP. La medida perseguía crear un fondo para mejorar y preservar las reservas naturales y las zonas turísticas, pero suscitó una fuerte polémica y una cruzada por el rechazo de los hoteleros y de los grandes mayoristas alemanes e ingleses. Usada ahora como bandera por los hoteleros contra la tasa turística que propone Barcelona, durante los primeros meses de su aplicación el número de turistas cayó en un 10%, aunque los expertos señalan que en ese descenso tuvieron un papel destacado tanto los touroperadores como el descalabro del sector después del 11-S.
- IVA en Madrid. Madrid introdujo en 1994 un IVA más elevado para los hoteles de cinco estrellas, del 13%. La medida causó una reducción inmediata del número de hoteles de lujo: de las poco más de 4.000 habitaciones iniciales se pasó a 1.371. Buena parte de los hoteleros decidió reducir la categoría de sus establecimientos -de cinco a cuatro estrellas-, "para evitar la pérdida de competitividad que suponía la medida", señala el presidente de la Asociación Empresarial Hotelera de Madrid, Jesús Gatell. Sólo dos años más tarde, el Ejecutivo madrileño rebajó el IVA al 7% actual.
- Nueva York. Con 30 millones de pernoctaciones anuales, Nueva York aplica una tasa del 14% al precio de las habitaciones de los hoteles. Pero en el pasado ha puesto en marcha otras medidas más controvertidas con escaso éxito. En 1990, el Gobierno del Estado aplicó una tasa del 5% para las habitaciones con un coste superior a los 100 dólares por noche, parecido al que aplican ciudades como Tokio. La caída de la demanda de este tipo de hoteles fue paulatina, hasta que la tasa se eliminó en 1994.
- Irlanda. En la década de los ochenta, el Gobierno irlandés incre-mentó el IVA de los hoteles hasta el 23%. Más del 10% de los establecimientos cerraron sus puertas, hasta que el Ejecutivo redujo el impuesto hasta el 12,5%.
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