RTVV o la prueba del 9 para el presidente Camps
El director general de RTVV, Pedro García, ha dado por terminado su periodo de aterrizaje en el ente audiovisual y ha comparecido esta semana ante el Consejo de Administración para formular sus propuestas y defender los presupuestos económicos. Alguna novedad hay que registrar, sobre todo en el tono del discurso y en la redistribución del cuadro de mandos de Burjassot, que delatan otro puyazo al zaplanismo. Ahora solo nos queda esperar a que se cumpla parte de los propósitos enunciados y, en cambio, no lleguen a consumarse otros, como la dichosa privatización del medio sin explicar sus ventajas, quiénes serán los beneficiarios y cómo se garantizará la coherencia con la ley fundacional de este medio, tan obstinadamente conculcada.
El director general comprenderá que al tiempo que le deseamos suerte en este su nuevo destino, no le ocultemos nuestro escepticismo. Por esa misma poltrona que ahora ocupa y con semejantes poderes hemos visto transitar cínicos, conversos, docentes y hasta tipos prometedores cuya nota común ha sido rendir una hoja de servicios más penosa que la de su predecesor. Al margen de las prendas y talentos personales de los aludidos, resulta obvio, pues, que el proceso degenerativo tiene que ver decisivamente con la voluntad política de quien en cada ocasión manda en la Generalitat y no en RTVV. Eso sí, nunca han faltado ejecutivos y periodistas que, aparcando la ética y la profesionalidad, han contribuido al expolio, que eso y no otra cosa ha padecido la tele pública.
Pero no quiero recalar, y menos aún recrearme en la fatalidad. Me ilusiona incluso pensar que, por fin, y en lo que de legislatura queda, percibiremos los cambios que el nuevo director general anuncia y para los que le imaginamos debidamente apoderado por quien puede hacerlo, el molt honorable. En este sentido, sería plausible -porque además resulta fácil y vistoso- que mejorasen, exentos ya de manipulaciones, los espacios informativos y de debate. Acerca de estos últimos, por cierto, no se justifica que se haya renunciado a ellos en beneficio de las televisiones privadas. ¿Acaso se temía no poder controlar las opiniones? Neutralizada la directora que lo impedía, que ya se ha sacudido las alpargatas, nada obsta a que se recupere esa parcela.
En punto a programación poco más podría añadirse a lo que el mismo director general promete: acabar con la telebasura. Aunque a lo peor no estamos diciendo lo mismo cuando de eso hablamos, pues pudiera ser que, podada de ordinariez y sin convertirla en la reina del programa, sea una componente necesaria de la parrilla, pues tiene su público y hay que respetarle sus derechos, o no secuestrárselos en nombre de la pudibundez. Televisiones hay que, sin renunciar al rosa, verde y caliente, sortean con ingenio las groserías de la valenciana. Además, el gran déficit de RTVV no es tanto ese desmadre, como la información y el pluralismo.
Pero todo esto son lagunas perfectamente subsanables si hay voluntad, como decimos, y se movilizan las capacidades profesionales, que ya va siendo hora de que se revelen. El verdadero nudo gordiano de RTVV es el económico. Porque esa casa estará o no en "quiebra técnica", como dicen, pero nadie niega que el año próximo la deuda acumulada rozará los 700 millones de euros. Ya veremos cómo se las apañan los ingenieros de las finanzas, aunque no se necesita ser brujo para augurar que el muerto se le acabará endosando al contribuyente, consuma o no esta televisión. En todo caso, algún remedio habrá que arbitrar para restañar tal sangría. Y ahí queremos nosotros ver la intrepidez del director general, o la del Gobierno que lo bendice, para recortar gastos en tantos capítulos, como son las producciones ajenas, nóminas escandalosas y plantillas hipertrofiadas por el nepotismo.
La praxis política, ya se sabe, es una sabia dosificación de tiempos y aprovechamiento de las oportunidades. En este aspecto, el presidente Camps está revelándose como un consumado táctico, perito en paciencia, y hasta podría sorprendernos con un suave golpe de mano en la tele pública, aventándole sin estrépito el zaplanismo y devolviéndosela al pueblo valenciano, que es su amo. Sería la prueba del 9 como demócrata, centrista y centrado, además de uno de su mejores legados. Fe, mucha fe.
ECOS TRIDENTINOS
El obispo de Segorbe-Castelló, Juan Antonio Reig Pla, ha vuelto por donde suele y nos ha aleccionado, o tal hay que suponer, acerca de algunas realidades controvertidas de nuestro tiempo. El divorcio, la eutanasia, la adopción por parejas homosexuales, la fecundación in vitro y el laicismo. Todo es pernicioso, todo. El dictamen se fundamenta en un estudio de la Conferencia Episcopal, pero ni siquiera tan alta autoridad logra atenuar el eco o el tufo tridentino de la pastoral. Solo le ha faltado decir, como entonces, que manosearse causa calvicie y ceguera.
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