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Reportaje:ROCK | Mercé 2004

La lluvia aguó el viernes parte de la fiesta

Las previsiones meteorológicas habían apuntado tormentas en los Pirineos y algún aguacero ocasional en zonas del interior. A pesar de ello, la lluvia decidió, un año más, saltarse el protocolo y pasearse un rato por la fiesta mayor de Barcelona. Vieja conocida de la Mercè y, al mismo tiempo, su eterna enemiga, llegó de improviso y, nunca mejor dicho, les aguó la fiesta a una parte de las personas que habían tomado las calles de la ciudad dispuestas a disfrutar de la variada oferta musical.

No fue un gran chaparrón, pero fue suficiente para que el escenario de la catedral hiciera aguas por alguna brecha no prevista y fuese necesario suspender las actuaciones programadas a pesar de que la avenida de la Catedral estaba casi llena. Desilusión, pitos y abucheos y, al final, la lógica desbandada en busca de otros escenarios más previsores que funcionaban con normalidad en una noche fresquita pero ya sin amenaza de lluvia.

Los santanderinos de Mastretta fueron los afectados por la tímida tormenta. Ni ellos ni el rockero francés M pudieron contentar al público que esperaba. Otra vez será. No lejos de allí, sí que sonaba un rock potente. En la plaza de Catalunya, con un escenario cubierto, Miguel Ríos presentaba sus 50 años de rock and roll ante una audiencia entregada que llenó la plaza.

Impecablemente vestido de negro y aparentemente disfrutando de la situación, Miguel Ríos sudaba su rock previsible pero eficaz con constantes carreras por todo lo largo del amplio escenario. La comunicación entre el entarimado y la abarrotada plaza era total y aumentó todavía varios enteros cuando el andaluz presentó como invitado a su colega Ariel Rot. Miguel Ríos disfrutó de una magnífica celebración de aniversario con la música que más le gusta y, a tenor de las reacciones, su público compartió totalmente ese disfrute.

A orillas del mar, el tímido temporal de las 21.30 horas tampoco había causado grandes estragos y el escenario de la Cadena 100 funcionaba a la perfección acumulando un importante retraso como único mal menor. Situado justo donde acaba el Moll de la Fusta y comienza la Barceloneta y dándole la espalda al edificio de Correos, el escenario, también cubierto, reunió a varios miles de personas, muy jóvenes en su mayoría, dispuestas a dejarse llevar por el ritmo contagioso de Celtas Cortos. Los vallisoletanos aparecieron con casi tres cuartos de hora de retraso sobre el horario anunciado, pero nadie pareció molestarse por el retraso, asumiéndolo como parte de la fiesta. La cadena radiofónica animó la espera con los éxitos discográficos del momento, que eran coreados por los asistentes.

Pasaban 45 minutos de la medianoche cuando una larga introducción de gaita pareció desconcertar al personal, pero inmediatamente la irrupción de las guitarras y bajo eléctricos puso las cosas en su sitio. El ritmo machacón de la banda se apoderó del público y comenzó un baile que se alargó hasta entrada la madrugada. Celtas Cortos siguen en la brecha y dejaron su huella en la fiesta mayor de Barcelona.

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